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El interés nacional y los príncipes de Serendip

Vicente Palermo - Fevereiro 2006
 

En el mundo entero hay quienes tienen una idea platónica del interés nacional. Creen que la nación es una entidad por encima de las personas que comparten una nacionalidad, entidad con vida propia e intereses permanentes, de existencia sólida como las montañas. Para ellos, la nación es una comunidad de destino, un proyecto común, y hay problemas porque la gente lo olvida demasiado frecuentemente. Y el buen patriota se diferencia del malo en su capacidad de detectar el interés nacional y luchar por él.

Cuando aparece algún conflicto, el mundo de quienes así piensan se divide en dos: de un lado, los que tienen razón y son buenos, y del otro, los que están equivocados y son malos. Cuando un conflicto es enteramente doméstico -por caso, entre trabajadores y empresarios- esta forma de ver las cosas logra mantenerse en pie gracias a la coartada de considerar que el interés nacional está por encima de los intereses sectoriales.

Si éstos dividen, el interés nacional no se da ni por enterado, superior o -para usar la peor retórica- inmarcesible. Y si las cosas se complican (suele ocurrir), la coartada lleva rápidamente al punto final: divisiones facciosas contrarias al interés nacional.

Para quienes así piensan todo es muy fácil cuando el conflicto involucra otras naciones, ya que ahí el interés nacional se encarna sin la menor dificultad: hay que hacer tal cosa o tal otra. Quien no lo entiende simplemente no es capaz de detectar el interés nacional (o por motivos aún peores).

Esta aparente facilidad de las cosas choca de frente contra un mundo que siempre fue complejo y que hoy día nos sirve en bandeja un conflicto caliente, indiscutiblemente internacional y en el que, no obstante, las dificultades para la detección del interés nacional saltan a la vista: las papeleras de Fray Bentos.

Muchos argentinos piensan que las papeleras contaminan y por ello hay que oponerse a su construcción; pero muchos otros creen que alguna contaminación es inevitable, que la de las papeleras no es tan grave, que nuestro desarrollo precisa más y no menos papeleras y, más aún, han hecho saber sin tapujos que les gustaría que se radicasen en sus provincias. Otros argentinos creen que lo que perjudica el interés nacional en este conflicto es haberlo llevado tan lejos, porque por encima de los eventuales costos ambientales está el alto precio que pagamos al deteriorar el vínculo tan relevante que tenemos con Uruguay, hermano desde los tiempos de Artigas y socio en el proceso de integración. Y no faltan los argentinos que estiman que se defiende mejor el interés nacional consolidando el imperio de la ley en lugar de forzar la mano con medidas de fuerza. En suma, si hay algo en que no debería convertirse este conflicto que afecta a argentinos y uruguayos, es en una polarización nacionalista.

Si el interés nacional existe, para hallarlo deberíamos seguir el ejemplo de los príncipes de Serendip, que encontraron lo que habían buscado obsesivamente, sólo una vez que dejaron de buscarlo y precisamente porque abandonaron su búsqueda. Claro que los argentinos no pensamos así. ¿Qué ocurriría si, por caso, un presidente -del que se exige tomar posición allí donde se supone está el interés nacional comprometido- dijera que no le incumbe tomar partido y sí, en cambio, asegurar el marco en el cual las transacciones más beneficiosas puedan ser concretadas?

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Vicente Palermo é cientista político e pesquisador do Instituto Torcuato di Tella - Conicet, de Buenos Aires.



Fonte: Especial para Gramsci e o Brasil.

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