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Notas sobre la estructura del Cuaderno 13

Dora Kanoussi - Outubro 2006
 

1. Hay muchas maneras de leer el complicado conjunto de textos de los que consta el Q 13. Aquí proponemos una lectura consistente en la separación y revisión de sus componentes; es decir una división temática del texto definitivo del Q 13 según el orden cronológico de la hechura.

A primera vista podría parecernos que existe una extraña relación entre investigación y exposición: el orden cronológico de los textos en cuanto a los parágrafos de los que provienen parecería invertido ya que las primeras notas A (del Q 1) son colocadas al final del Cuaderno 13 [1] [*].

No parece que esto sea resultado del hecho que Gramsci reescribía y volvía a elaborar primero lo que tenía a la vista sino más bien dicho orden obedece a razones de exposición lógica, y la estructura del Q 13 parece confirmar esta explicación. Por lo demás, no hay que olvidar que Gramsci traducía textos de Marx y ciertamente no habría escapado el modo que Marx relacionaba investigación y exposición.

Para una comprensión más correcta posible se puede intentar separar el contenido del Q 13 cronológicamente por bloques temáticos.

Veamos primero el conjunto Q 13 (1-16), al que debemos añadir (por indicación del mismo autor) las notas Q 13 (20 y 21) que provienen de la Serie de Apuntes de Filosofía, Q 4 (8 y 10) A, noviembre 1930 [2]. Además, a este conjunto debemos añadir todavía, y siempre por indicación del autor, el parágrafo Q 14 (33) B, Maquiavelo. Interpretaciones del Príncipe, enero 1933.

Todo este conjunto, Q 13 (1, 10, 13, 20, 21) C, junto al Q 14 (33), presenta un eje temático homogéneo [3]. Se trata por una parte de la gran cuestión de la interpretación de Maquiavelo y en particular del libro del Príncipe y, por otra, se trata de la justificación histórica, política y filosófica de una nueva maquiavelística o maquiavelismo inherente a la filosofía de la praxis.

Esta doble cuestión (la interpretación del Príncipe ligada a la construcción de un nuevo maquiavelismo, o sea de una ciencia de la política nueva propia de la filosofía de la praxis) es el centro de toda la reflexión relacionada al tema Maquiavelo y por tanto forma el fondo mismo de todos los problemas que lo atañen.

Siguiendo a la tradición de las interpretaciones democráticas, Gramsci recuerda una vez más los versos de Foscolo citados por Croce: [...] Que, templando el cetro de los reinantes, deshoja los laureles y despierta a las gentes, etc.

Pero la interpretación de Gramsci es otra:

Parece que las intenciones de M al escribir el Príncipe fueron más complejas e incluso ‘más democráticas’ de lo que parecería según la interpretación ‘democrática’. Esto, M opinaba que la necesidad del Estado unitario nacional es tan grande que todos aceptarán que para alcanzar este grandísimo fin se empleen los únicos medios que son idóneos... [5]

En conclusión, el Príncipe es una metáfora o mito de tipo soreliano que personifica la unión entre ideología y ciencia política. Es una fantasía que obra suscitando y organizando la voluntad colectiva de un pueblo. Lo peculiar del Príncipe está en el aparente contraste - y no contradicción como decía Luigi Russo [6] - entre el carácter científico de la obra y la apasionada exhortación final [7]. Esta, pensada por Maquiavelo como el final del texto, convierte al Príncipe en un manifiesto de partido y también en un tratado de gran política.

Maquiavelo explica como debe de ser quien dirige - el partido político - para conducir a un pueblo a la fundación de un nuevo Estado. En alusión al Manifiesto comunista, Gramsci subraya que no es solamente la exhortación final la que permite el paralelo con el marxismo sino también el hecho que Maquiavelo (como decía Foscolo) devela algo, pone al descubierto; el hecho que tanto el maquiavelismo como el marxismo enseñan a quien no sabe. De ahí el carácter revolucionario del Príncipe semejante al del Manifiesto comunista. Maquiavelo pretende presentar lo racional y lo teórico en la persona del condottiero, encarnación de la voluntad colectiva. Y sin embargo es solamente al fin que pasa de lo ideal a lo históricamente real. Los elementos míticos del libro se resumen y vivifican en la conclusión, que es una invocación al Príncipe realmente existente. Gramsci está de acuerdo con Russo quien llama a M el artista de la política, pero el mito maquiaveliano para Gramsci es también diverso del de Russo, es la forma dramática de unión de ideología y ciencia política, de filosofía y política. Gramsci traduce al mito del Príncipe en el partido político; su fin es andar más allá de las interpretaciones democráticas de M, resumidas de modo emblemático en el poema foscoliano. En este único punto parecería estar de acuerdo con Croce quien ve en M a quien enseña qué cosa es el poder, o sea enseña la ciencia política como ciencia útil a gobernantes y gobernados.

Sin embargo, las intenciones de M, según Gramsci, fueron sin duda más complejas de cuanto resulta de la interpretación democrática y del mismo Croce. El propósito de M fue educar al pueblo en sentido novedoso, convencerlo y hacerlo conciente de la importancia de una política realista para conseguir el fin propuesto y que, por lo tanto, se debe de unir al Príncipe que emplea los métodos aptos a alcanzar el fin, porque solo quien quiere el fin, quiere los medios idóneos para obtenerlo. En ello la posición de M es cercana a la de los teóricos y políticos de la filosofía de la praxis; también ellos intentaron construir y difundir un realismo popular, de masa. El carácter democrático de M, igual que el del marxismo, consiste precisamente en ello. Poner al consenso de las masas populares en la base de la fundación de un nuevo Estado.

Como se dijo, Sorel tiene una particular importancia, en el ámbito del Q 13, ligada al uso del concepto-metáfora del mito-Príncipe y también a la necesidad de criticarlo cuando tiende a ser reaccionario. Esto no quita que Sorel al fin haya escogido, como respuesta a la necesidad y a la critica del mito, la solución del impulso vital bergsoniano y que no haya llegado a la conclusión de la voluntad colectiva. De todos modos, la teoría del mito de Sorel es un intento por reducir a un lenguaje científico la concepción de las ideologías de la filosofía de la praxis.

Está claro entonces que el Príncipe moderno es la metáfora de la organización política, la voluntad colectiva integrada por medio de un determinado jacobinismo. Los jacobinos, encarnación categórica del Príncipe en los Cuadernos, tienen un especial significado conceptual, aquel de la hegemonía plena, entendida primero como unión de ciudad y campo, integración de los campesinos a la política y al Estado y sobre todo hegemonía entendida como relación entre fuerza y consenso.

Gramsci plantea a su modo la doble perspectiva maquiaveliana representada por la figura del Centauro: en la teoría política se usa describir a la acción política en dos grados fundamentales semejantes a la naturaleza del Centauro, mitad hombre y mitad animal, fuerza y consenso, autoridad y hegemonía, violencia y civilización, individual y universal. Según Gramsci, una situación así podría ser descrita, y de hecho lo es, de manera mecánica e inmediata; sin embargo, con una formulación típicamente suya, aquella división de principio (la doble naturaleza del Centauro) él la traduce, de un modo ya clásico, en términos de vida, de vicisitud personal:

Algunos han reducido la doble perspectiva a algo mezquino y banal, esto es, a nada más que dos formas de ‘inmediación’ que se suceden mecánicamente en el tiempo con mayor o menor ‘proximidad’. Puede por el contrario suceder que cuanto más la primera ‘perspectiva’ es ‘inmediatísima’, elementalísima, tanto más la segunda debe ser ‘lejana’ (no en el tiempo sino como relación dialéctica), compleja, elevada, o sea que puede suceder como en la vida humana, que cuanto más obligado se ve un individuo a defender su existencia física inmediata, tanto más sostiene y se pone en el punto de vista de todos los complejos y más elevados valores de la civilización y de la humanidad Q 13 (14) [8].

Obviamente se trata del problema del deber ser, Q 13 (16), de la relación entre política y moral, dos términos que, según algunos, M habría separado (Croce), mientras para otros habría identificado (Ercole, teórico del fascismo). El significado tradicional de la autonomía de la política fue la separación entre moral y política, e en torno a ello giró el antimaquiavelismo de la iglesia, del conservadurismo y del mismo liberalismo. Hay que insistir: la relación entre política y moral es un problema implícitamente ligado a la cuestión central del maquiavelismo, aquella de la autonomía de la política. La solución propuesta por Gramsci supera tal separación así como la identificación de los dos términos. El realismo maquiaveliano que, según los antimaquivélicos, corresponde al principio que separa la política de la moral, para Gramsci consiste en el hecho de deber obrar en el ámbito de la realidad (effettuale) para transformarla creando nuevas relaciones de fuerza. El deber ser forma parte del ser político, es la voluntad en sí de crear un nuevo equilibrio de las fuerzas realmente existentes y actuantes, fundandose sobre aquella determinada fuerza que se considera progresista y potenciándola para hacerla triunfar; es el deber moverse en el terreno de la realidad verdadera, pero para dominarla y superarla (o contribuir a ello). El deber ser es entonces la concreción, es la única interpretación realista e historicista de la realidad, es la sola historia en acto y filosofía en acto, la única política.

2. Después de este primer bloque de parágrafos por así decir de definición conceptual de la maquiavelística elaborada por Gramsci - a cuya complejidad no es posible hacer justicia - se distingue fácilmente un segundo bloque de contenido homogéneo, del cual la primera parte Q 13 (17, 18) viene de Q 4 (38). Dicho bloque está constituido de reflexiones filosóficas que se desarrollan e insertan en un lugar central de este Cuaderno especial sobre la ciencia de la política. El contenido expresamente filosófico de los textos centrales del Cuaderno político por excelencia no debe extrañar, dado que sabemos como Gramsci pone en práctica su principio de la traducibilidad o traducción entre Cuadernos así como entre conceptos y áreas de conocimiento. Siguiendo este criterio, el modus operandi interno de los Cuadernos consiste precisamente en pasar, traducir de un nivel o dimensión a otro: la política no es idéntica a la filosofía en sentido gentiliano - pero se explica por esa, es su traducción.

Las famosas notas Q 13 (17-18) ejemplifican lo dicho: el único modo de analizar las fuerzas que obran en la sociedad es plantear y resolver concretamente el problema gnoseológico de la relación entre estructura y superestructura. Para hacerlo, hay que colocarse en el ámbito filosófico de los dos principios enunciados por Marx en su Prefacio del 1859:

Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan, o por lo menos se están gestando, las condiciones materiales para su realización (Prólogo de la Contribución a la crítica de la Economía Política) Q 13 (17) [9].

Gramsci insistirá en el carácter no determinante de las crisis económicas y, en general, de la economía en la ruptura de los equilibrios sociales. En apariencia, considera el fenómeno del economicismo analizando al liberalismo y al sindicalismo pero lo que de veras le interesa más es el economicismo marxista y, para ello, recuerda la afirmación de Engels según la cual a la economía hay que tomarla en cuenta solamente en última instancia. Otro modo de decir lo mismo es insistir con Marx que los hombres toman conciencia del conflicto existente en el campo económico en el terreno de las ideologías. La continuación lógica de lo anterior está en otros dos textos, Q 13 (23, 24), que en realidad son uno solo, igual de complejos.

El primero, Q 13 (23), es tomado de parágrafos A escritos entre noviembre 1930 y mayo-junio 1932 [10]. El segundo, Q 13 (24), viene de los Q 7 (10) y Q 4 (12, 38, 45). En estos se analiza el papel de los partidos en relación a los grupos sociales, las crisis, el Estado, los intelectuales, el bonapartismo etc. Se trata de notas muy complejas y ricas, ubicadas igual que las anteriores - Q 13 (17, 18) - al centro del Q 13, formando lo que llamamos segundo bloque.

La complejidad de los textos no permite siquiera resumirlos pero estudiándolos no hay duda que todo el tema de la nueva ciencia política, que Gramsci quiere introducir en la filosofía de la praxis (y de hecho desarrolla como respuesta al economicismo), sobre todo nace, igual que los temas de los Cuadernos filosóficos, de su lectura-traducción (también literal) de los textos fundantes de Marx.

Al economicismo pertenece antes que nada la concepción de Trotski resumida en la idea de la revolución permanente. Por ello se trataría de combatir concretamente este economicismo o determinismo a través del desarrollo de la práctica y la teoría de la hegemonía.

El razonamiento gramsciano viene de esto: guerra de posiciones versus guerra de maniobra es la metáfora de la hegemonía. La guerra de posiciones debe de partir de las trincheras de la sociedad civil que cerca al Estado. Último episodio de guerra de maniobras fue el 1917, parte aguas en la historia del arte y de la ciencia de la política. De entonces, también para Lenin con el frente único del 1921 se habría hecho presente la necesidad histórica de pasar a la guerra de posiciones.

3. Tenemos también un tercer bloque homogéneo, Q 13 (26-36), provenientes del Q 9 (mayo y noviembre 1932 y, por lo tanto, su hechura es contemporánea de aquella de las primeras notas del Q 13).

Los temas son una especie de puesta en práctica o demostración de los conceptos desarrollados en los conjuntos precedentes: hegemonía, partidos políticos, gran potencia, cesarismo y otros. Quizás un modo más descriptivo sería afirmar que en éste conjunto de parágrafos se construye el despliegue práctico de la maquiavelística o mejor dicho maquiavelismo gramsciano, que en este ámbito alcanzará uno de sus puntos más altos.

4. El cuarto bloque se compone de las últimas notas, Q 13 (37-40), cuyas primeras versiones fueron escritas entre julio y octubre 1929 y febrero-marzo 1930. Como en el anterior, hay en este conjunto un desarrollo ulterior de la maquiavelística respecto a los precedentes, en el sentido que en este caso no se enfrenta ningún tema específicamente teórico, sino una historia política contemporánea bien precisa, aquella nacional francesa. Existen razones para proceder así, si se piensa a la periodización que Gramsci elabora sobre el nacimiento y el desarrollo de la burguesía francesa y que explica también el proceso de deterioro continuo del jacobinismo de contenido desde 1789 hasta a sus tiempos.

Fuera de Francia, después de la Gran Revolución, los jacobinos se convierten en los perdedores, protagonistas de las revoluciones pasivas, de los intentos revolucionarios por crear Estados nacionales a su imagen y semejanza; pero en la misma Francia, en pleno siglo XX, se consideran a si mismos los herederos de la Gran Revolución, divididos entre una derecha monárquica radical-conservadora (Acción francesa) y una propiamente liberal.

Al respecto Gramsci intenta un análisis a fondo de un caso concreto de la situación y de las relaciones de fuerza en la misma cuna del jacobinismo histórico, dentro del contexto conceptual de la propia maquiavelística.

Fundándose sobre sus propios enunciados teóricos, deshace las componentes y rasgos del partido convertido ahora de derecha y estudia sus posibilidades de incidencia e inmediatamente va a los orígenes: el jacobinismo con su estrategia de revolución permanente, surgido en 1789, desembocó en el régimen parlamentario, realizando la hegemonía permanente de la burguesía en el sentido del consenso voluntario de carácter ético y político. Tal hegemonía crece con el desarrollo de la industria, se amplía y profundiza elevando los estratos bajos de la población. Finalmente, en la fase de la posguerra el jacobinismo entra en crisis pasando por avances y retrocesos de sus políticas y de los equilibrios entre los poderes. La conclusión teórica que Gramsci extrae de este proceso histórico es sin duda actual:

El ejercicio ‘normal’ de la hegemonía, en el terreno que ya se ha vuelto clásico del régimen parlamentario, se caracteriza por la combinación de la fuerza y del consenso que se equilibran diversamente, sin que la fuerza domine demasiado al consenso, incluso tratando de obtener que la fuerza parezca basearse en el consenso de la mayoría, espreso en los llamados órganos de la opinión pública - periódicos y asociaciones -, los cuales por lo tanto, en ciertas situaciones, son multiplicados artificiosamente. Entre el consenso y la fuerza está la corrupción-fraude (que es característica de ciertas situaciones de difícil ejercicio de la función hegemónica, presentando el empleo de la fuerza demasiados peligros), o sea acaparando sus dirigentes bien sea encubiertamente o, en caso de peligro emergente, abiertamente, para provocar confusión y desorden en las filas adversarias Q 13 (37) [11].

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Dora Kanoussi é professora da Universidade de Puebla e responsável pela edição espanhola das Obras de Gramsci.

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Notas

[1] Según G. Francioni, il Q 13 fu escrito entre mayo 1932 y noviembre 1933 (o después de junio-agosto 1934). Cfr. G. Francioni, Il raggio e i prismi, Universidad de Pavia, 1992; Id., Il problema filologico dei Quaderni di Gramsci, Univ. Pavia, 1998; Id., Tre studi su Gramsci, Bibliopolis, s.d.

[* ] A autora coloca entre parênteses o número dos parágrafos gramscianos que menciona. Além disso, seguindo uma indicação de Valentino Gerratana, trata-os como de tipo A, B e C. Os parágrafos A são aqueles de primeira redação, mais tarde retomados - com alterações e até fusões de dois ou mais destes parágrafos - nos de tipo C, que são os de redação definitiva. Os parágrafos B têm redação única.

Assim, por exemplo, a notação: Q 13 (1, 10, 13, 20, 21...) C deve ser entendida do seguinte modo: trata-se do Caderno 13 e dos seus respectivos parágrafos 1, 10, 13, etc. E todos estes parágrafos são de tipo C.

O Caderno 13, estudado neste ensaio, está inteiramente reproduzido no terceiro volume (Maquiavel. Notas sobre o Estado e a política) da nova edição brasileira dos Cadernos do cárcere (Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 1999-2002). 

[2] Las versiones preliminares (A) de las primeras 16 notas del Q 13 son inmediatamente anteriores a estas: Q 8 (21, 37, 43, 44, 48, 52, 56, 58, 61, 62, 69, 114, 86, 79, 84), enero-marzo 1932, además de un texto B (hechura única) de abril del mismo año.

[3] A: Q 8 (21), Q 8 (61), Q 1 (10); Q 8 (114, 78).

[4] Foscolo, Sepolcri, VV. 156-157 cit. por Croce en Storia dell’età barocca d’Italia.

[5] A. Gramsci, Cuadernos de la cárcel, Era, t. 5, 1999, pp. 124-125.

[6] Luigi Russo, Machiavelli, Prolegomeni, Laterza, 1994 (1931).

[7] N. Machiavelli, Il Principe, cap. XXVI, Esortazione a pigliar la difesa di Italia e liberarla dalle mani dei barbari, a cura di G. Procacci, Laterza, 1999.

[8] A. Gramsci, cit. t. 5, p. 30.

[9] A. Gramsci, cit. ibid., p. 32.

[10] Las versiones A: Q 4 (66, 69), Q 7 (77), Q 9 (40, 22).

[11] A. Gramsci, cit. ibid., p. 81.

 

 



Fonte: Especial para Gramsci e o Brasil.

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