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Trabajo y conocimiento

Bruno Trentin - Setembro 2007
Tradu莽茫o: Jos茅 Luis L贸pez Bulla
 

Bruno Trentin (1926-2007) ha ejercido importantes responsabilidades sindicales (fue secretario general de la CGIL y vicepresidente de la Confederaci贸n europea de sindicatos); ha ostentado cargos pol铆ticos (diputado del Parlamento italiano y del Parlamento europeo); es doctor en Derecho; autor de libros tan influyentes como, entre otros, Il coraggio dell'utopia (Rizzoli, 1987) y La citt脿 del lavoro (Feltrinelli, 1997) y otros tantos. El presente texto es parte del discurso pronunciado, tras ser distinguido como Doctor Honoris Causa por la Universidad Ca Foscari (Venecia).

El tema de esta intervenci贸n es la relaci贸n entre el trabajo y el conocimiento. Lo he escogido porque me parece que en esta extraordinaria trama que puede llevar al trabajo a convertirse cada vez m谩s en conocimiento y capacidad de iniciativa - y, a partir de ah铆, en creatividad y libertad, incluso si se trata de solamente de una potencialidad, de una salida posible, pero no cierta de las transformaciones en curso en la econom铆a y las sociedades contempor谩neas - est谩 el mayor desaf铆o que tenemos en los inicios de este siglo. Es un reto que puede conducir a la eliminaci贸n de viejas y nuevas desigualdades y de las diversas formas de miseria que vienen, sobre todo, de la exclusi贸n de miles y miles de personas de una misma comunidad.

Sin embargo, no se puede decir que la gran transformaci贸n del trabajo y del mercado laboral - cuyo arranque es el salto de cualidad operado en la d茅cada de los setenta y ochenta, con la revoluci贸n de las tecnolog铆as de la informaci贸n y de las comunicaciones y de los procesos de mundializaci贸n de los intercambios, saberes y conocimientos - haya tenido, desde sus inicios, una puntual interpretaci贸n en la literatura econ贸mica y social.

Pocos han sido los observadores que entendieron, como Robert Reich, que nos encontramos frente a un proceso que, con sus contradicciones y desigualdades a escala nacional y mundial, comportaba igualmente la ca铆da de los modelos fordistas de producci贸n r铆gida y de masa, adem谩s de un cambio de la aportaci贸n que constru铆a la riqueza de las naciones. No obstante, fueron muchos los apologetas acr铆ticos de una sociedad posmoderna. Y tambi茅n fueron muchos los profetas de la desventura. En efecto, hizo fortuna, en Europa e Italia (como ocurri贸 en la segunda posguerra frente a los procesos de automoci贸n y producci贸n en masa) una literatura catastrofista y liquidacionista que ha tenido un fuerte peso en la opini贸n p煤blica y en la cultura pol铆tica de aquellos entonces. La d茅cada de los ochenta y noventa fueron unos a帽os en los que tuvo un ins贸lito 茅xito ciertos "best sellers" como El fin del trabajo de Jeremy Rifkin. El trabajo, un valor en v铆a de desaparici贸n, de Dominique Meda o, para el gran p煤blico, El horror econ贸mico, de la novelista Viviane Forrester. Estos textos y otros tantos subproductos parec铆an dictar los contenidos y las formas del fin de la historia, y para las fuerzas socialistas y los sindicatos, el final de todo proyecto de sociedad que tuviese como uno de sus sujetos el mundo del trabajo: las clases trabajadoras. Fue el 茅xito de esta literatura una de las se帽ales m谩s manifiestas del retraso con el que una gran parte de la cultura pol铆tica europea percibi贸 la cualidad del gran cambio que signific贸 el final de la era fordista en la segunda mitad del siglo pasado.

No se trataba del fin del trabajo. Pero, parad贸jicamente, est谩bamos en una la fase donde se suced铆an procesos de reestructuraci贸n y de despidos en masa con un crecimiento a escala mundial de todas las formas de trabajo, empezado por las subordinadas y asalariadas; y ello con un ritmo como nunca hab铆a sucedido en el pasado. No era el fin del trabajo como entidad y valor. Pero s铆 est谩bamos ante un cambio del trabajo y de las relaciones de trabajo, y tambi茅n del papel que el trabajo ten铆a en la econom铆a y en las sociedades de los pa铆ses afectados por los procesos de mundializaci贸n. Era un cambio del trabajo que apuntaba, ciertamente, sobre todo a una minor铆a, aunque con un fuerte incremento de los que prestan su mano de obra; pero cuyas consecuencias afectaban a los menos profesionalizados: se volv铆a a proponer el trabajo como factor de identidad a un n煤mero creciente de mujeres y hombres. Cierto, como uno de los factores de la identidad de la persona.

En efecto, la cualidad y creatividad del trabajo se volvieron a proponer no s贸lo como la condici贸n de la riqueza de las naciones (como sosten铆a Robert Reich) sino como factor insustituible de la competitividad de las empresas.

Pues bien. Cada vez m谩s son m谩s desacertadas aquellas estrategias de la empresa que apuntan, no a la valoraci贸n del trabajo sino a su desvalorizaci贸n, a la pura y simple reducci贸n de los costes con los objetivos de: competir con las econom铆as menos protegidas del planeta, la ratificaci贸n el car谩cter del trabajo asalariado que s贸lo debe ejecutar, salvaguardando as铆 el mito del trabajo como ciego ap茅ndice de una clase managerial pensante.

El uso flexible de las nuevas tecnolog铆as, el cambio que provocan en las relaciones entre producci贸n y mercado, la frecuencia de la tasa de innovaci贸n y el r谩pido envejecimiento de las tecnolog铆as y las destrezas, la necesidad de compensarlas con la innovaci贸n y el conocimiento, la responsabilizaci贸n del trabajo ejecutante como garante de la calidad de los resultados聟 har谩n efectivamente del trabajo (al menos en las actividades m谩s innovadas) el primer factor de competitividad de la empresa. Son unos elementos que confirman el ocaso del concepto mismo de "trabajo abstracto", sin calidad, - como denunciaba Marx, pero que fue el par谩metro del fordismo - y hacen del trabajo concreto (el trabajo pensado), que es el de la persona que trabaja, el punto de referencia de una nueva divisi贸n del trabajo y de una nueva organizaci贸n de la propia empresa. Esta es la tendencia cada vez m谩s influyente que, de alguna manera, unifica dadas las nuevas necesidades de seguridad que reclaman las transformaciones en curso) un mundo del trabajo que est谩 cada vez m谩s desarticulado en sus formas contractuales e incluso en sus culturas; un mundo del trabajo que, cada vez m谩s, vive un proceso de contagio entre los v铆nculos de un trabajo subordinado y los espacios de libertad de un trabajo con autonom铆a.

Est谩 claro que estamos hablando de una tendencia que parece destinada a prevalecer. Pero que, a su vez, choca con las fuertes contradicciones presentes en la gesti贸n de la empresa. 脡sta, la empresa, permanece anclada, en casos muy numerosos, en una organizaci贸n de trabajo de tipo taylorista, incapaz de socializar un proceso de conocimiento y aprendizaje. El fordismo ha muerto; no as铆 el taylorismo. Pero en las empresas tecnol贸gicamente avanzadas y con una organizaci贸n adecuada al uso flexible de las nuevas tecnolog铆as, el trabajo que cambia (es decir, el trabajo concreto con sus espacios de autonom铆a, de creatividad y con su incesante capacidad de aprender) se convierte en la vara de medir la competitividad de la empresa. En esos casos, la flexibilidad se entrelaza con un proceso de socializaci贸n de los conocimientos y con un continuo enriquecimiento de las habilidades de las personas.

Pero es preciso distinguir bien la flexibilidad como ideolog铆a y la flexibilidad como realidad.

La introducci贸n de las nuevas tecnolog铆as de la inform谩tica y las comunicaciones con los cambios de las relaciones entre demanda y oferta (que se derivan de uso cada vez m谩s flexible y adaptable, de la rapidez y frecuencia de los procesos de innovaci贸n con la consiguiente obsolescencia de los conocimientos y la profesionalidad) impone sin ning煤n g茅nero de dudas - como imperativo ligado a la eficiencia de la empresa - un uso flexible de las fuerzas de trabajo y una gran adaptabilidad del trabajo a los incesantes procesos de reestructuraci贸n que tienden a convertirse, no ya en una patolog铆a sino en una fisiolog铆a de la empresa moderna.

Esta adaptabilidad puede realizarse de dos maneras: o con un enriquecimiento y una recualificaci贸n constante del trabajo y una movilidad sostenida mediante un fuerte patrimonio profesional. O, en direcci贸n contraria, con un recambio cada vez m谩s frecuente de la mano de obra ocupada y de la que no ha tenido ninguna oportunidad de ponerse al d铆a y cualificarse. En la mayor铆a de los casos, al menos en Italia, lo habitual es esta segunda opci贸n, con este tipo de flexibilidad聟 Y en esta situaci贸n tan corriente (隆enti茅ndase bien!) la flexibilidad del trabajo no deja de ser un imperativo para la empresa. Pero lo habitual es que va acompa帽ada de: un enorme despilfarro de recursos humanos y profesionales acumulados en el tiempo, que no han tenido la oportunidad de ponerse al d铆a; un empleo precario al que corresponde una regresi贸n de la profesionalidad; la creaci贸n de un segundo mercado de trabajo, o sea, los poor works.

No hay problema cuando los poor works coinciden con la primera fase de la vida laboral y se entrelaza (como es el caso de muchos estudiantes) con la continuidad de sus estudios y la adquisici贸n de nuevas competencias. El problema existe para toda la sociedad, y para la cohesi贸n de la misma sociedad entorno a valores compartidos cuando estos poor works coinciden con la formaci贸n de un ghetto al que se ven relegados los trabajadores precarios, estacionales y parados estructurales a quienes se les niega la movilidad e, incluso, actividades subordinadas o aut贸nomas con mayores contenidos profesionales y, por ello, con m谩s espacios de autonom铆a en sus decisiones. Por este motivo, con el objetivo de ocultar el problema, se ha puesto en marcha una vasta literatura que ha hecho de comparsa en los 煤ltimos a帽os, asociando la flexibilidad, especialmente la de "salida" con la creaci贸n de puestos de trabajo y, m谩s a煤n, con la tendencia al pleno empleo; una literatura que ignoraba a帽os de verificaci贸n que demuestran que la flexibilidad del trabajo es neutra respecto al volumen general del empleo y que, incluso sus efectos pueden hacerse sentir con carencias de mano de obra disponible para empleos cualificados.

En mi modesta opini贸n, esta ideolog铆a de la flexibilidad solamente ha contribuido a consolidar las resistencias en el trabajo que cambia y a esconder la enorme cuesti贸n que surge en la era de las transformaciones tecnol贸gicas de la informaci贸n. Esta enorme cuesti贸n, que decimos, es la socializaci贸n del conocimiento, que tiene como objetivo impedir - mediante la "fractura digital" - la creaci贸n de una fosa cada vez m谩s profunda entre quien est谩 incluido de un proceso de aprendizaje a lo largo de toda su vida laboral y quien brutalmente est谩 excluido del control de dicho proceso. Y es f谩cil ver que esto se convierte en un problema m谩s para el futuro de la democracia.

En realidad, se trata de situar - frente a estos desaf铆os y contra la amenaza de una profunda fractura social entre quien tiene saberes y los que est谩n excluidos - los contenidos de un nuevo contrato social, de un nuevo estatuto de bases para todas las tipolog铆as del trabajo subordinado, heterodirecto o aut贸nomo, partiendo de la idea que, para un n煤mero creciente de trabajadores, el viejo contrato social est谩 superado.

Tal como figura en el c贸digo civil, el viejo contrato social preve铆a substancialmente un intercambio equo entre un salario y una cantidad (de tiempo) de trabajo (abstracto y sin calidad) sobre la base de dos presupuestos fundamentales que formalmente no figuraban en el pacto:

- La disponibilidad pasiva de la persona que trabaja, no contemplada formalmente en el pacto porque hubiera supuesto un intercambio monetario con una "parte" de dicha persona.

- La duraci贸n indeterminada de la relaci贸n de trabajo, salvo eventuales ocasiones o graves culpas del trabajador, y el premio a la fidelidad y antig眉edad en el trabajo para desincentivar la movilidad de un empleo a otro.

驴Qu茅 emerge de la relaci贸n social que, en cierta medida, se desprende de las transformaciones tecnol贸gicas y organizativas de las empresas?

Primero, que el tiempo es cada vez menos la medida del salario. La calidad de la prestaci贸n del trabajo y la intervenci贸n del trabajador son fisiol贸gicamente diferentes en una u otra porci贸n del tiempo. Es el fin del trabajo abstracto.

Segundo, que la creciente importancia de la calidad y autonom铆a del trabajo (capacidad de seleccionar las informaciones y, por ello, de tomar decisiones) comporta, tambi茅n para los trabajadores "de ejecuci贸n", una responsabilidad ante el resultado que recae en el trabajador, y no tanto en su disponibilidad de erogar ocho horas diarias de trabajo, dejando al empresario el uso efectivo de tales horas y la oportunidad de premiar esta fidelidad.

Tercero, que cada vez es menor, como equivalente de un salario y de una disponibilidad pasiva de la persona, la perspectiva de un empleo estable y, en todo caso, de una relaci贸n de trabajo estable. La flexibilidad hace que, tendencialmente, desaparezca esta certeza.

No es ocioso proponer un nuevo tipo de contrato de trabajo que englobe en sus principios fundamentales todas las formas del trabajo subordinado o heterodirecto y toda esa jungla que se extiende con la desregulaci贸n salvaje del mercado laboral.

Frente a la ca铆da de la estabilidad en el puesto de trabajo y el final del contrato por tiempo indeterminado (que era el que ten铆an, en tiempos pasados, la mayor铆a de los trabajadores), se puede pensar en un intercambio entre un salario ligado a un empleo flexible - ya sea en el interior de una empresa que, fuera de ella, en el mercado de trabajo - y el acceso del trabajador a una empleabilidad. Se tratar铆a de una empleabilidad que se concreta en una inversi贸n por parte de la empresa, del trabajador y de la comunidad en un proceso de formaci贸n permanente y en una pol铆tica de recualificaci贸n, capaz de garantizar, en vez del puesto de trabajo fijo, una ocasi贸n de movilidad profesional en el interior de la empresa; y, en todo caso, una nueva seguridad que acompa帽e al trabajador, quien - despu茅s de una experiencia laboral determinada - pueda afrontar el mercado de trabajo en mejores condiciones y con una mayor fuerza contractual. Y tambi茅n se puede pensar en la manera de reconocer a la persona concreta (que deviene un sujeto responsable y activo y no pasivo en la relaci贸n de trabajo) un derecho a la informaci贸n, consulta y control del objeto de trabajo: el producto, la organizaci贸n del trabajo, el tiempo de trabajo, el tiempo de formaci贸n y el disponible para su vida privada; de ello, dicha persona debe responder con una actividad que ya no ser谩 ciega e irresponsable.

驴No constituir铆a este tipo de participaci贸n de cada cual o de los grupos colectivos un modo de extender las formas horizontales y multidisciplinares en la organizaci贸n del trabajo, mediante la participaci贸n formada e informada de un creciente n煤mero de operadores?

En fin, se puede pensar en la necesidad de garantizar a todos los sujetos un contrato de trabajo y particularmente a los que recurren a la mir铆ada de contratos por tiempo determinado o a contratos de colaboraci贸n coordinada y continua (siempre por tiempo determinado) el principio de la certidumbre del contrato. O sea, el contrato no puede ser revocado unilateralmente por parte del dador de trabajo; tan s贸lo podr谩 rescindirse cuando se haya demostrado que el trabajador ha cometido una falta muy grave. En las prestaciones m谩s cualificadas, se puede pensar incluso en que este derecho a la certidumbre del contrato englobe a ambos sujetos de la relaci贸n de trabajo.

Un nuevo contrato social, inclusivo, en un welfare efectivamente universal, es algo imperativo ante las desigualdades que se帽alan (en primer lugar, en t茅rminos de oportunidad) el acceso a los servicios sociales fundamentales, empezando por la ense帽anza y la formaci贸n. Pero aqu铆 nos encontramos frente a otro reto que pone cuestiona la relaci贸n entre trabajo y conocimiento.

Veamos. La poblaci贸n envejece r谩pidamente en Europa y particularmente en Italia. En el 2004 el grupo de entre los 55 a 65 a帽os superar谩, en cantidad, a los j贸venes de edades comprendidas entre los 15 y 25 a帽os. Y empiezan a ponerse encima de la mesa problemas relevantes, ya sea para garantizar la salud y la asistencia a las personas m谩s longevas, ya sea para que los pensionistas tengan una renta decorosa. La 煤nica soluci贸n que hasta ahora los gobiernos han tomado en consideraci贸n ha sido la de garantizar una pensi贸n m铆nima, en el l铆mite de la supervivencia, con car谩cter universal; y, por otra parte, permitir a los m谩s afortunados (los que no tienen interrupciones significativas de la relaci贸n de trabajo) el recurso a los fondos de pensiones privados.

La reducci贸n de la seguridad en la asistencia sanitaria y en el r茅gimen de pensiones no parece que sea una soluci贸n sostenible a medio plazo, como no sea partiendo en dos el mercado de trabajo y provocar un aumento, insostenible a la larga, de la exclusi贸n social y de la pobreza. El 煤nico camino, dif铆cil pero factible, para conjurar una perspectiva de ese tipo es, no obstante, el incremento de la poblaci贸n activa, con vistas a financiar el Estado de bienestar. Dicha poblaci贸n activa es, en Italia, el cincuenta por ciento de la poblaci贸n, mientras que en los pa铆ses n贸rdicos est谩 entre el 72 y el 75%. Un esfuerzo de esa envergadura comporta ciertamente un aumento de la ocupaci贸n femenina y el incremento de una inmigraci贸n cada vez m谩s cualificada. Ahora bien, parece ineludible la promoci贸n de un envejecimiento activo de la poblaci贸n, con el aumento voluntario, pero incentivado, del empleo de los trabajadores de m谩s edad y en edad pensionista.

Sin embargo, desde ese punto de vista, hoy, la situaci贸n es dram谩tica para los trabajadores de m谩s edad - de m谩s de cuarenta y cinco a帽os - que son los primeros en ser despedidos y cuya p茅rdida del empleo coincide, en la gran mayor铆a de los casos, con la desocupaci贸n estructural en el periodo comprendido entre los cuarenta y cinco a los sesenta a帽os, en puertas de la pensi贸n de jubilaci贸n. Esta es la perspectiva con la progresiva desaparici贸n de la pensi贸n de ancianidad. Hasta el presente, los trabajadores italianos de m谩s de cincuenta y cinco a帽os que traban representan tan s贸lo el 35 por ciento frente al 70 por ciento en los pa铆ses escandinavos.

El incremento de la poblaci贸n activa (tambi茅n para los trabajadores veteranos) aparece como la 煤nica alternativa a la reducci贸n de la tutela de la pensi贸n universal. No obstante, hacer frente a este reto - y, al mismo tiempo, garantizar una efectiva relaci贸n entre una poblaci贸n m谩s longeva y la vida social de la comunidad en un proceso de inclusi贸n en la vida civil y pol铆tica del pa铆s - comporta un esfuerzo extraordinario en el campo de la formaci贸n y recualificaci贸n del trabajo; un esfuerzo que implica, en muchos casos, (por ejemplo, los inmigrados y las personas mayores) la reconstrucci贸n de un m铆nimo de cultura de base. Se trata, pues, de imaginar una pol铆tica de la formaci贸n a lo largo de toda la vida laboral, que vaya m谩s all谩 de la obligaci贸n formativa hasta los dieciocho a帽os, capaz de modular las t茅cnicas de formaci贸n y aprendizaje en raz贸n a la edad, del origen, la cultura de base y del saber hacer de los trabajadores y las trabajadoras. Efectivamente, se trata de personalizar, cada vez m谩s, las pr谩cticas formativas para eliminar unas deficiencias tan numerosas.

La realizaci贸n del objetivo que fij贸 la Uni贸n Europea en la Cumbre de Lisboa (2001) fue: elevar en diez a帽os al setenta por ciento el nivel medio de ocupaci贸n de la poblaci贸n total de la Uni贸n; incentivar el envejecimiento activo y la recualificaci贸n de los trabajadores de m谩s edad; favorecer para todos una mayor profesionalidad hacia arriba durante toda la vida laboral聟 Bien, estos objetivos presuponen un cambio radical en la estructura del gasto p煤blico y en la organizaci贸n del sistema formativo en todos los pa铆ses de la Uni贸n. Y particularmente en Italia que, salvo algunas excepciones, sigue siendo el farolillo rojo en el campo de las inversiones (que son inseparables las unas de las otras) en la investigaci贸n y para la formaci贸n, muy por detr谩s no s贸lo de los Estados Unidos y de la mayor parte de algunos pa铆ses europeos sino, incluso, de algunos de los del sudeste asi谩tico.

En primer lugar, un radical cambio en las prioridades del gasto p煤blico y en las formas de incentivar las inversiones privadas, destinadas a la formaci贸n y la investigaci贸n. Lo que comporta un relevante aumento de los gastos destinados a la formaci贸n e investigaci贸n en los centros de ense帽anza media y en las universidades, y al mismo tiempo una consistente incentivaci贸n de las inversiones por parte de las empresas, acompa帽ada de controles y sanciones en aquellos casos de utilizaci贸n impropia de las finanzas p煤blicas.

Efectivamente, se trata de superar la renuencia de la mayor parte de las empresas (sobre todo, de las innovadas) de invertir en el factor humano, precisamente cuando una parte importante de la mano de obra tiene un empleo precario y temporal. Y, con esta finalidad, parece inevitable prever para los programas de formaci贸n, de puesta al d铆a o de recualificaci贸n - con independencia de la intervenci贸n de las instituciones p煤blicas nacionales y locales - una participaci贸n de los trabajadores en su financiaci贸n y una posterior legitimaci贸n de su derecho de propuesta y control de sus programas formativos. Esto significa que la contrataci贸n del salario y del horario de trabajo deber谩 tener en cuenta (como una forma de "salario en especie" o de "seguro para la movilidad profesional") el concurso de los trabajadores en la financiaci贸n y en el ejercicio de las actividades formativas que interesan a la empresa, tanto a nivel nacional como en el territorio (en el caso de las peque帽as empresas).

Tambi茅n la Uni贸n europea podr谩 participar, en estas condiciones, en la financiaci贸n de las actividades formativas y de investigaci贸n, conformando todas las sinergias que puedan realizarse con otras instituciones acad茅micas y otras empresas europeas.

Sin embargo, en lo referente a la organizaci贸n del sistema formativo parece que ser谩 de fundamental importancia las relaciones transparentes entre las instituciones de la ense帽anza media, las universitarias y las empresas, salvando cada cual su propia autonom铆a. Y no me refiero solamente a la formaci贸n profesional. En buena medida se trata de experimentar sistem谩ticamente la pr谩ctica de los stages tanto para los estudiantes como para el profesorado. Ahora bien, la ense帽anza no pretende remediar los problemas del envejecimiento y la obsolescencia.

Se trata de abrir la ense帽anza secundaria y las universidades a la participaci贸n peri贸dica de aquellos docentes que provienen del mundo de la empresa. Y se trata, tambi茅n, de dotar a la Universidad de medios y organismos adecuados para poder desarrollar en el territorio una acci贸n de promoci贸n de experimentos empresariales, en los que la investigaci贸n y la formaci贸n de alta cualificaci贸n puedan desarrollar un papel de impulso que sea decisivo. En esto, esta Universidad Ca麓 Foscari est谩 dando un ejemplo de autonom铆a capaz de aprehender importantes experiencias que abren una nueva dimensi贸n en el trabajo de investigaci贸n y formaci贸n en el mundo universitario.

No obstante, es f谩cil comprender que, teniendo como objetivo los acuerdos de Lisboa, la construcci贸n de una sociedad del conocimiento no quede reducida a una cuesti贸n de dinero u organizativa. Se trata, realmente, de poner en marcha una especie de revoluci贸n cultural que supere - con la iniciativa pol铆tica y social - tant铆simas inercias que interfieren su consecuci贸n.

Inercias de las fuerzas pol铆ticas que intentan concretar en un Estado de bienestar centrado en la formaci贸n la prioridad de las prioridades en una pol铆tica econ贸mica y de pleno empleo, pero que prefieren recurrir a la moda de una indiscrimanda reducci贸n de la presi贸n fiscal, inevitablemente acompa帽ada, adem谩s, por un recorte de los recursos para la ense帽anza, la formaci贸n y la investigaci贸n.

Inercias de muchas realidades empresariales que privilegian la flexibilidad "de salida" de su mano de obra respecto a las inversiones, a medio plazo, que asegure un mayor uso de la flexibilidad del trabajo en el interior del centro de trabajo y, en todo caso, una mayor ocasi贸n de empleabilidad y reocupaci贸n de los trabajadores.

Inercia tambi茅n en la psicolog铆a de muchos trabajadores que ven, incluso con aversi贸n, el esfuerzo en una actividad formativa solamente en los a帽os de juventud.

Inercia en algunos sectores de la ense帽anza frente a la necesidad de experimentar nuevas formas de autonom铆a y de poner en entredicho viejas certezas.

Y, por 煤ltimo, inercia tambi茅n en muchos comportamientos sindicales que se retrasan en poner en el centro de la negociaci贸n colectiva la conquista de un sistema de formaci贸n para toda la vida laboral.

As铆 pues, podr铆amos ser esc茅pticos sobre la posibilidad de realizar las estrategias de Lisboa y la posibilidad de superar (aunque sea gradualmente) el retraso de dieciocho a帽os que se ha ido acumulando, durante la d茅cada de los ochenta, en competitividad de la econom铆a europea con relaci贸n a la norteamericana.

Ahora bien, podemos consolarnos con dos convicciones. La primera consiste en el fracaso incontrovertible de aquellas pol铆ticas de empleo que no pasan por la promoci贸n de una actividad formativa del hacer y saber hacer: completando y valorando la formaci贸n y la ense帽anza. Y la contraprueba est谩 representada en el sistema de aprendizaje en Alemania que ha reducido en los 煤ltimos a帽os al m铆nimo el desempleo juvenil de larga duraci贸n. Vayamos, pues, en esa direcci贸n.

La segunda viene de la experiencia que viv铆 en la d茅cada de los setenta, cuando se trat贸 de experimentar en el mundo del trabajo asalariado y en la escuela, el acuerdo sindical de las "150 horas" de formaci贸n a cargo de la empresa por 300 horas de formaci贸n efectiva. Con todos sus l铆mites, errores y sus rebabas, aquella experiencia liber贸 tales energ铆as en el mundo de la ense帽anza y en el de los trabajadores menos cualificados, consintiendo situar una nueva pedagog铆a para la formaci贸n de adultos y dej贸 huellas profundas y muchos cuadros sindicales. Esta experiencia est谩, hoy, dispersa en gran medida. 隆Pero fue posible!

驴Es hoy posible liberar - como si se tratase de una aventura europea - energ铆as, iniciativas, acciones pol铆ticas y sociales, parecidas a las de los a帽os setenta, responsables y fuertes para nuestra econom铆a y nuestra sociedad? A pesar de todo, estoy convencido de ello.

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Este texto foi originalmente publicado emLa Insignia.



Fonte: Gramsci e o Brasil & La Insignia.

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