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Chile: explicaciones sobre la crisis de los partidos

Antonio Cortés Terzi - Janeiro 2008
 

La escisión producida recientemente en la DC es una manifestación más de las tendencias hacia la crisis que sufren los partidos.

De un tiempo a esta parte y referido a Chile, se lee con cierta frecuencia acerca del peligro "populista" o "caudillista" que entraña para la democracia el debilitamiento de los partidos políticos. Planteada en términos genéricos es fácil compartir tal preocupación. Pero si se revisa más reflexivamente surgen algunas interrogantes.

Al respecto, conviene despejar una primera impresión. La idea del debilitamiento
proviene, antes que todo, de la desvalorización y desprestigio que sobre los
partidos reflejan las encuestas.

Lo que describen las encuestas son datos sobre impopularidad de los partidos y de una impopularidad que se basa en prejuicios ancestrales, alimentados además por una gran ignorancia ciudadana sobre lo que juzgan o califican. La inmensa mayoría de la ciudadanía - ergo de los encuestados - desconoce los partidos, sus razones de ser, sus funcionamientos y sus papeles en los sistemas democráticos, etc. Ignorancia que se origina en fuentes referidas a problemas más amplios: incultura cívica y anomia social.

Ahora bien, hay instancias o instituciones que se deterioran gravemente por el desprestigio público, incluso cuando éste se origina en prejuicios y desinformaciones. Pero ello no necesariamente ocurre con los partidos, salvo en casos extremos. Por ejemplo, cuando uno o más partidos son asociados a prácticas rutinarias de corrupción, de abuso de poder, etc.

En situación normal, la impopularidad de los partidos revelada a través de encuestas y discursos "populares", si bien causa un relativo daño, no repercute fatalmente en un desprestigio equivalente a esa discursividad. Y no sucede así, porque en general y en la práctica social, los partidos, en sus dimensiones institucionales abstractas, son poco menos que entelequias, entes casi incorpóreos y con escasa tangibilidad en la cotidianeidad de los mundos masivos. Los partidos cobran vida y se realizan a través de sujetos-representantes y de su discursividad y cuya eficacia o prestigio depende, a su vez, de la calidad de los idearios que transmite y de las propuestas "técnicas" que estos entrañan. Por consiguiente, en la cuestión de la impopularidad hay que distinguir entre la nomenclatura formal-abstracta del partido y su expresión real-concreta que atañe a pensamientos y dirigentes.

Teniendo en cuenta estas reflexiones y volviendo al tema de la amenaza "populista" por deslegitimación de los partidos, se pueden formular tres hipótesis.

En primer lugar, el riesgo de la emergencia de "caudillos" que suplan a los partidos no radica sólo en procesos de descomposición de éstos, sino, principalmente, en los grados de desculturización cívico-política y de anomia social que aqueje a una sociedad. En consecuencia, una sociedad medianamente culturizada en materia cívico-política y con cuerpos sociales básicos estructurados, difícilmente podría ser sorprendida por figuras "populistas"

En segundo lugar, si la esencialidad de los partidos se realiza a través de cuerpos dirigentes, cosmovisiones y capacidades político-técnicas, al seno de una sociedad puede haber - práctica y potencialmente - varios partidos más que los confesos y reconocidos como tales. Por lo mismo, una "crisis catastrófica" de los partidos formales bien podría ser superada prontamente por la reorganización de nuevos sistemas partidarios.

En tercer lugar, los temores que acechan a los partidos chilenos por las señales de impopularidad, no deberían motivar - como motivan - respuestas puramente comunicacionales y organizacionales. Lo más grave para estos partidos no es en sí su impopularidad, sino dos tipos de crisis que transcurren subterráneamente: crisis de representatividad y crisis de funcionalidad.

Los partidos de la Concertación, en particular, se encuentran en un proceso crítico de representatividad, especialmente, por tres razones: i) porque una parte de sus elites se han asimilado al circuito elitario general del país; ii) porque la larga permanencia en el gobierno los sitúa en una posición ambivalente respecto del estatus y iii) porque no han sabido recrear vínculos orgánicos ad hoc a las nuevas estructuras socio-culturales.

Por su parte, la crisis de funcionalidad tiene que ver con la subsumisión de sus funciones a las lógicas gubernamentales y, por lo mismo, a una creciente pérdida del sentido de pertenencia a una política-cultural histórica. Factores ambos que los limitan para desenvolverse adecuadamente en los espacios de la sociedad civil.

En definitiva el drama para los partidos de la Concertación no es que sus desprestigios sirvan de base para el surgimiento de "populismos". Los partidos pueden pervivir y ser exitosos a pesar de lo que digan las encuestas sobre su impopularidad. El drama es que las crisis de representatividad y de funcionalidad que los cruza, además de facilitarle el camino a la derecha, les advierte que, si no las superan, la amenaza es una "crisis catastrófica" de la cultura histórica de la centro-izquierda.

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Antonio Cortés Terzi é diretor-executivo do Centro de Estudios Sociales Avance, em Santiago do Chile.



Fonte: Centro de Estudios Sociales Avance & Gramsci e o Brasil.

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