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Gramsci y la utop铆a socialista

Francisco Fern谩ndez Buey - 2003
 

1.

驴Fue la revoluci贸n rusa de octubre de 1917 una utop铆a?

Los contempor谩neos de aquella revoluci贸n tuvieron tres respuestas diferentes para esta pregunta.

La primera respuesta dice: s铆, fue una utop铆a en el sentido peyorativo de la palabra; fue desde el principio una fantas铆a, una ilusi贸n, porque socialismo es sin贸nimo de abundancia, de gran desarrollo de la industria y de las fuerzas productivas en general, y la Rusia de entonces, el topos en el que se pretend铆a construir el socialismo, era un pa铆s econ贸mica y culturalmente atrasado (por lo menos en comparaci贸n con la Europa occidental de la 茅poca). Seg煤n esto, los bolcheviques so帽aban despiertos. Tal fue la respuesta de la mayor铆a de los te贸ricos marxistas de la socialdemocracia alemana de entonces.

La segunda respuesta dice: s铆, fue una utop铆a, aunque en el sentido positivo de la palabra; fue una aproximaci贸n al topos bueno, el intento de realizaci贸n (parcial e imperfecta) de un ideal, el ideal socialista, en las condiciones hist贸ricas dadas y, en ese sentido, una utop铆a concreta, apreciable. Esta fue la respuesta de todas aquellas personas que pensaban que el esp铆ritu de utop铆a es consustancial al movimiento revolucionario y al ideal emancipador o liberador.

La tercera respuesta dice: no, no fue una utop铆a; no fue una utop铆a en la acepci贸n positiva de la palabra porque los sujetos que hicieron la revoluci贸n no quer铆an tener nada que ver con utop铆as en el sentido de las fantas铆as y las enso帽aciones; y tampoco fue una utop铆a en la acepci贸n negativa de la palabra porque, aunque la revoluci贸n no cumpl铆a con los requisitos te贸ricos establecidos para la construcci贸n del socialismo, los hombres y mujeres que la hicieron ten铆an la voluntad de poner las condiciones para hacer posible el topos bueno, la sociedad socialista. Esta respuesta fue la de Antonio Gramsci en 1918.

El debate que produjo la contestaci贸n a aquella pregunta ha llegado hasta nuestros d铆as. Y este debate es, entre otras cosas, un episodio significativo de lo que valen las palabras, de lo que cuenta en la historia qui茅n y c贸mo las usa y de la importancia que tiene reconstruir el concepto cuando una palabra, en este caso la palabra "utop铆a", ha quedado deshonrada. Vistas las cosas desde hoy, la tercera respuesta, la de Gramsci, es, sin duda, la m谩s aguda de las respuestas que se dieron entonces a la pregunta. Para juzgar las cosas as铆 importa poco que la revoluci贸n de 1917 acabara derrotada y que Gramsci haya sido un perdedor, un revolucionario sin revoluci贸n. Al fin y al cabo las pocas cosas de verdad importantes que se han dicho o escrito sobre estos asuntos las han escrito perdedores: de Plat贸n a More, de Savonarola a Bloch, de Maquiavelo a Walter Benjamin y de Bartolom茅 de las Casas a Mari谩tegui y Guevara.

2.

La respuesta de Gramsci suena un tanto parad贸jica. Se puede resumir as铆: la revoluci贸n rusa fue a la vez una revoluci贸n contra el capital (o sea, una revoluci贸n anticapitalista) y contra El capital (o sea, una revoluci贸n contra el libro c茅lebre de Karl Marx). Y, siendo las dos cosas al mismo tiempo, no tiene por qu茅 considerarse, sin embargo, como una utop铆a. 驴C贸mo se come eso? Para entenderlo bien hay que probar a invertir el sentido corriente de las grandes palabras (utop铆a, orden social, socialismo), que est谩n degradadas por el uso y el abuso, y recuperar el concepto aut茅ntico que recubren. Esto obliga siempre a pensar por cuenta propia, con la propia cabeza, no s贸lo cuando se est谩 en una determinada tradici贸n (la socialista en este caso) sino incluso cuando se est谩 en un partido pol铆tico (el socialista o socialdem贸crata que se quiere comunista, en su caso).

Hacia 1918-1919 Gramsci era un joven socialista revolucionario impresionado por lo ocurrido en Rusia. Ni m谩s ni menos como tantos otros revolucionarios de entonces (socialistas, anarquistas, comunistas, libertarios e incluso liberales): como Luk谩cs y Pesta帽a, como Pannekoek y De Leon, como Karl Korsch y Piero Gobetti. Pero aquel joven Gramsci no era un marxista t铆pico: no era un marxista de manual, ni de libro, ni acad茅mico. No sab铆a tanto de Marx como Lenin, Kautsky, Trotsky o Rosa Luxemburg. Era un fil贸logo, pero no un marx贸logo. Sab铆a de historia, pero no era un materialista hist贸rico propiamente dicho. Daba mucha importancia a lo econ贸mico en el quehacer de los hombres en sociedad, pero no era determinista. Y daba tanta importancia a la voluntad y a la subjetividad en la historia que, oy茅ndole hablar, parec铆a de una tribu distinta a la de los marxistas del momento.

La interpretaci贸n gramsciana de la revoluci贸n rusa como una rebeli贸n, tan inevitable como voluntarista, que, contra las apariencias, entra en conflicto con las previsiones del primer volumen de El capital, fue en su momento tan at铆pica como sugerente. Gramsci ha sido uno de los primeros socialistas en darse cuenta de la dimensi贸n del problema pol铆tico-social implicado por una situaci贸n muy nueva en la historia de la humanidad, a saber: la situaci贸n de un proletariado que era minoritario en el conjunto de la sociedad rusa, que en 1917 no ten铆a apenas nada que llevarse a la boca y que, sin embargo, result贸 ser hegem贸nico, en un oc茅ano de campesinos, durante el proceso revolucionario propiciado por la guerra mundial; la situaci贸n parad贸jica, en suma, de una clase social que nada tiene, excepto - nominalmente - el poder pol铆tico.

Gramsci adopta un punto de vista original: niega que haya leyes hist贸ricas con car谩cter absoluto; se opone a la aplicaci贸n de esquemas gen茅ricos, muy abstractos (tomados de la interpretaci贸n del desarrollo normal de la actividad econ贸mica y pol铆tica del mundo occidental) a la historia de Rusia; postula que todo fen贸meno hist贸rico tiene car谩cter individual o particular y que, por tanto, tiene que ser estudiado en su concreci贸n; afirma que el desarrollo hist贸rico se rige por el ritmo de la libertad; y acaba poniendo en primer plano el papel de la psicolog铆a, de la voluntad, de la subjetividad de los individuos que act煤an desde y ante la necesidad particular. Rebate as铆 Gramsci la opini贸n de que la revoluci贸n en curso tenga que ser considerada como una utop铆a.

Observa Gramsci que la intenci贸n de cambiar el mundo de base, de transformarlo en un sentido igualitario, socialista, tal como se expresa en el canto de La Internacional, suele identificarse vulgarmente con la utop铆a. La palabra degener贸, qued贸 deshonrada, a partir del momento en que se impuso el punto de vista seg煤n el cual toda propuesta de transformaci贸n, de cambio radical del mundo capitalista en que vivimos, es ut贸pica, es una utop铆a, una enso帽aci贸n, ilusi贸n irrealizable. Pero Gramsci distingue entre el sentido hist贸rico que tuvo la utop铆a desde el Renacimiento y, sobre todo, en el siglo XIX, y el uso contempor谩neo, ya habitual en el siglo XX, de la palabra. Hist贸ricamente con la utop铆a se quer铆a proyectar en el futuro un fundamento del orden nuevo que quitara a los de abajo, a los pobres y proletarios que quer铆an cambiar el mundo, la impresi贸n de salto en el vac铆o. Este es lado bueno de las utop铆as hist贸ricas.

Pero lo que hace ut贸pica en un sentido negativo o peyorativo - argumenta Gramsci - la aspiraci贸n al ideal de un orden nuevo no es la afirmaci贸n del principio moral (igualitario) que conlleva esta aspiraci贸n, sino el detalle sobre lo que debe ser la ciudad ideal, sobre la sociedad del futuro. La verdadera utop铆a negativa es la pretensi贸n de que, para anticipar el orden nuevo, hay que basarse en una infinidad de hechos, en lugar de basarse en un solo principio moral, en funci贸n del cual luego se act煤a. Lo que hace del ideal una utop铆a es, para Gramsci, la pretensi贸n de calcular lo incalculable, de prever m谩s de lo que razonablemente el hombre puede prever trat谩ndose del futuro. Algo parecido hab铆a escrito el anarquista ruso Piotr Kropotkin: "Es imposible legislar para el futuro. Todo lo que podemos hacer con respecto al porvenir es precisar vagamente las tendencias esenciales y despejar el camino para su mejor y m谩s r谩pido desenvolvimiento".

El defecto de las utop铆as, que Gramsci llama "org谩nico", o sea, sustantivo, estriba 铆ntegramente en esto: en creer que la previsi贸n puede serlo de hechos, cuando lo razonable es pensar que en cuestiones sociopol铆ticas y socioculturales la prognosis, la anticipaci贸n, s贸lo puede serlo de principios o de m谩ximas jur铆dicas. Las m谩ximas jur铆dicas (el derecho, el ius, es, para Gramsci, la moral actuada, en acto) son creaci贸n de la voluntad de los hombres. Si se quiere dar a esa voluntad colectiva una direcci贸n determinada, hay que proponerse como meta lo 煤nico que razonablemente puede serlo; pues en otro caso se cae en el detallismo, y el exceso de detalle anticipado sobre la organizaci贸n del futuro, despu茅s de un primer entusiasmo, hace que las voluntades se ajen, se disipen, que la voluntad individual y colectiva decaiga y que lo que fue entusiasmo inicial se convierta en mera ilusi贸n o en desilusi贸n esc茅ptica o pesimista.

Esta manera de ver las cosas supone una inversi贸n de lo que el realista cree habitualmente. Este tiende a pensar que la aspiraci贸n declarada a un orden nuevo ser谩 tanto m谩s ut贸pica cuanto m谩s gen茅rica y de principios porque la afirmaci贸n de principios deja muchos cabos sueltos acerca de qu茅 ha de ser en concreto la sociedad del futuro. Gramsci, en cambio, mantiene que la aspiraci贸n al socialismo se degrada y se convierte en (mala) utop铆a cuanto m谩s intentemos detallar c贸mo funcionar谩 esa sociedad del futuro: a m谩s detalle m谩s degradaci贸n de la aspiraci贸n.

Reflexionando sobre el significado de la revoluci贸n rusa Gramsci descubre el Escila y Caribdis de la utop铆a. Scila: la conversi贸n del ideal en programa detallad铆simo para el futuro a partir de la consideraci贸n (en principio razonable) de que si no se perfila con todo detenimiento y concreci贸n c贸mo ser谩n la ciudad y la sociedad del futuro los que tienen que cambiar la sociedad presente no se mover谩n porque les parecer谩 que no hay garant铆as y se resignar谩n. Caribdis: presumir de que es posible pasar definitivamente de la utop铆a a la ciencia, imaginar una ciencia superior a la que se da el nombre de "socialismo cient铆fico" y concluir, de manera determinista, que la buena aplicaci贸n del m茅todo que funda esta ciencia tiene que conducir a la sociedad arm贸nica, regulada, socialista, con la consideraci贸n (razonable tambi茅n) de que los hombres no van a cambiar el mundo fantaseando sobre el futuro sino conociendo las leyes de la historia como se conocen las leyes de la naturaleza.

3.

Esta reflexi贸n de Gramsci deja abierto un problema interesant铆simo que ha llegado hasta nuestros d铆as y del que hay un eco m谩s reciente en la oposici贸n entre el principio esperanza de Ernst Bloch y el principio de responsabilidad de Hans Jonas. El problema se puede formular as铆: 驴hasta d贸nde se puede concretar y precisar en la anticipaci贸n del orden nuevo cuando se ha llegado a la conclusi贸n de que la mera afirmaci贸n del reino de libertad como principio es tan ut贸pico (en el sentido negativo) como ut贸pica es la pretensi贸n de prefigurar en detalle lo que ser谩 la sociedad futura? 驴Puede la buena utop铆a, la utop铆a concreta que no quiere verse reducida a enso帽aci贸n, ilusi贸n o fantas铆a, afirmar algo m谩s que lo que Gramsci llamaba principios o m谩ximas jur铆dico-morales y Kropotkin "precisar vagamente las tendencias esenciales"? O planteado de otra manera: 驴es posible escapar al Escila y Caribdis de la utop铆a por la v铆a de una futurolog铆a que no sea ut贸pica en el sentido peyorativo de la palabra? 驴Lo ha intentado realmente el pensamiento socialista?

La respuesta a esta otra pregunta tiene que ser: s铆, lo ha intentado. Y lo sigue intentando. Ese intento consiste en precisar por la v铆a negativa. O sea: no diciendo "el socialismo ser谩 as铆 y as铆", sino diciendo m谩s bien: "el socialismo no podr谩 ser as铆 y as铆" porque quererlo ser铆a tanto como: a) rebasar las capacidades humanas, o b) entrar en contradicci贸n con los principios jur铆dico-morales que nos proponemos plasmar. Por esa v铆a negativa el pensamiento socialista acaba encontr谩ndose con Maquiavelo: "Conocer los caminos que conducen al infierno para evitarlos".

Ya los cl谩sicos del socialismo fueron algo m谩s all谩 de los principios jur铆dico-morales. Precisaron, por ejemplo, al hablar del trabajo, que el socialismo no aspira a superar toda divisi贸n del trabajo ( puesto que hay una divisi贸n t茅cnica del mismo que es condici贸n sustantiva para la producci贸n de riqueza), sino precisamente ese tipo de divisi贸n social fija que hace que los hijos y los nietos de los trabajadores manuales sigan siendo trabajadores manuales mientras que los hijos y los nietos de los empresarios, funcionarios e intelectuales sigan disfrutando de los privilegios de sus antepasados.

Precisaron, por ejemplo, al hablar de la distribuci贸n en la futura sociedad de iguales, que el socialismo no aspira a repartir entre los trabajadores el fruto 铆ntegro de su trabajo, porque del producto social total habr谩 que deducir fondos para la reposici贸n de los medios de producci贸n consumidos, fondos para la ampliaci贸n de la producci贸n y proveer, entre otras cosas, un fondo de reserva contra accidentes y perturbaciones debidas a fen贸menos naturales cuya cantidad no se puede calcular con criterios de justicia sino, a lo sumo, seg煤n el c谩lculo de probabilidades.

Precisaron, por ejemplo, al hablar del producto que habr谩 que destinar al consumo antes de llegar al reparto individual, que, aunque se simplifique dr谩sticamente el aparato burocr谩tico y a煤n aspirando a ello, se deben tener en cuenta los costes generales de la administraci贸n, lo que hay que dedicar a escuelas, a la sanidad y a otras necesidades sociales como las de los impedidos, inv谩lidos e imposibilitados que en las sociedades anteriores han ido a cargo de la beneficencia.

Precisaron, por ejemplo, c贸mo pagar al trabajador en una sociedad socialista cuando se ha establecido ya el control social de la producci贸n, a saber: mediante un vale que certificar铆a lo que el trabajador ha aportado, deduciendo en 茅l lo que aporta al fondo colectivo; vale con el que el trabajador individual podr谩 obtener de los dep贸sitos sociales de bienes de consumo una cantidad que cuesta lo mismo que su trabajo (en el sentido de que es equivalente).

Precisaron, por ejemplo, que siendo el trabajo el criterio principal por el que ha de regirse el derecho en la sociedad socialista, la concreci贸n de la igualdad, m谩s all谩 de las abstracciones, tiene que tener en cuenta las diferencias de aptitudes, capacidades y situaciones de los ciudadanos trabajadores, por lo que habr谩 que introducir alg煤n tipo de discriminaci贸n, o sea, de derecho de la desigualdad, en esto caso positiva, para favorecer a los que est茅n en peor situaci贸n de partida.

Y si se quiere seguir hablando de socialismo en serio, sin perder el esp铆ritu positivo de la vieja utop铆a, habr谩 que seguir precisando en esa l铆nea. Precisando sobre lo que, racional y plausiblemente, no puede ser. Esa es la v铆a que, con el tiempo, condujo a la nueva utop铆a, a la utop铆a rojiverde, al socialismo ecol贸gicamente fundamentado. Y esa es, en mi opini贸n, la 煤nica v铆a que permite juntar utop铆a y ciencia sin que las dos palabras se peguen entre ellas ni caer en un cientificismo en el que no puede creer hoy en d铆a ning煤n aspirante a cient铆fico social que se precie.

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Francisco Fern谩ndez Buey 茅 professor da Universidade Pompeu Fabra, em Barcelona.

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Fonte: Especial para Gramsci e o Brasil.

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