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Desmalvinizar la política

Vicente Palermo - Julho 2005
 

La política argentina – contrariamente a lo que afirma el lugar común – nunca jamás estuvo desmalvinizada. Pero la intensidad de la actual remalvinización impresiona. Se rememora el respaldo popular durante la guerra de 1982 como si se tratase de un comportamiento colectivo digno; se desata un aparatoso escándalo por un inocuo mapa anexado a la futura constitución europea; el ministro de defensa nos promete paladinamente recuperar "una soberanía en el cortísimo plazo plena"; se produce una conmoción mediática porque una historia "oficial" inglesa constata hipótesis de invasión militar de Tierra del Fuego, así como la colaboración de Pinochet con Thatcher, como si se tratara de novedades asombrosas, que alimentan extemporáneamente la paranoia argentina; el gobierno practica una política de ablandamiento para forzar la voluntad de los isleños; se recomienda "malvinizar en positivo" recordando el consejo de Tocqueville de preservar la política exterior de los avatares de la política doméstica, pero para acusar de inmediato a los isleños de ser ellos quienes lo desoyen.

La política argentina está tan malvinizada que uno de los tópicos más escuchados, emitidos con talante edificante, es que Malvinas es la única causa que todavía une a los argentinos, la brújula que señala el camino. En abril, el presidente declaró que "es en la memoria de Malvinas donde se ubican valores que debemos rescatar para avanzar con la frente alta hacia la soberanía".

Frente a esta oleada de remalvinización propongo desmalvinizar la política. Esto supone, primero, desmontar la causa, convertir una obsesión que para muchos es el núcleo auténtico de nuestra identidad, en un simple, y bastante secundario, diferendo jurídico político entre países. Asumir que tras la guerra de 1982 nada puede ser igual y que debemos reconocer a los isleños como ciudadanos con intereses y deseos que deben respetarse.

En la clave del patriotismo republicano: los deseos de los isleños importan, y sólo si Argentina se convierte en un país apreciable por su capacidad de brindar derechos y sujetarse a la ley, aquellos deseos podrían llegar a jugar en nuestro favor. Nada que se pueda lograr de un día para otro con la típica ansiedad argentina en relaciones exteriores. Dejemos atrás el territorialismo y esperemos a los isleños para que, cuando quieran, entren sin llamar. La segunda forma de desmalvinizar la política consiste, precisamente, en utilizar la causa Malvinas, con su obsesión por la tierra y el unanimismo, en un contraejemplo de lo que deberíamos hacer.

Quizás, después de todo, los argentinos tenemos una identidad, nacional, y no nacionalista, a la mano: aquella que nos ofrecen la política republicana de gobierno de la ley constitucional, de la libertad y la lucha por la igualdad de oportunidades, y el conjunto plural, diverso, contradictorio, inevitablemente tenso, de legados culturales y políticos que aunque no todos compartimos, de un modo u otro a todos nos pertenecen.

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Vicente Palermo é cientista político e pesquisador do Instituto Torcuato di Tella - Conicet, de Buenos Aires.



Fonte: Especial para Gramsci e o Brasil.

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