La polÃtica argentina – contrariamente a lo que afirma el lugar común – nunca jamás estuvo desmalvinizada. Pero la intensidad de la actual remalvinización impresiona. Se rememora el respaldo popular durante la guerra de 1982 como si se tratase de un comportamiento colectivo digno; se desata un aparatoso escándalo por un inocuo mapa anexado a la futura constitución europea; el ministro de defensa nos promete paladinamente recuperar "una soberanÃa en el cortÃsimo plazo plena"; se produce una conmoción mediática porque una historia "oficial" inglesa constata hipótesis de invasión militar de Tierra del Fuego, asà como la colaboración de Pinochet con Thatcher, como si se tratara de novedades asombrosas, que alimentan extemporáneamente la paranoia argentina; el gobierno practica una polÃtica de ablandamiento para forzar la voluntad de los isleños; se recomienda "malvinizar en positivo" recordando el consejo de Tocqueville de preservar la polÃtica exterior de los avatares de la polÃtica doméstica, pero para acusar de inmediato a los isleños de ser ellos quienes lo desoyen.
La polÃtica argentina está tan malvinizada que uno de los tópicos más escuchados, emitidos con talante edificante, es que Malvinas es la única causa que todavÃa une a los argentinos, la brújula que señala el camino. En abril, el presidente declaró que "es en la memoria de Malvinas donde se ubican valores que debemos rescatar para avanzar con la frente alta hacia la soberanÃa".
Frente a esta oleada de remalvinización propongo desmalvinizar la polÃtica. Esto supone, primero, desmontar la causa, convertir una obsesión que para muchos es el núcleo auténtico de nuestra identidad, en un simple, y bastante secundario, diferendo jurÃdico polÃtico entre paÃses. Asumir que tras la guerra de 1982 nada puede ser igual y que debemos reconocer a los isleños como ciudadanos con intereses y deseos que deben respetarse.
En la clave del patriotismo republicano: los deseos de los isleños importan, y sólo si Argentina se convierte en un paÃs apreciable por su capacidad de brindar derechos y sujetarse a la ley, aquellos deseos podrÃan llegar a jugar en nuestro favor. Nada que se pueda lograr de un dÃa para otro con la tÃpica ansiedad argentina en relaciones exteriores. Dejemos atrás el territorialismo y esperemos a los isleños para que, cuando quieran, entren sin llamar. La segunda forma de desmalvinizar la polÃtica consiste, precisamente, en utilizar la causa Malvinas, con su obsesión por la tierra y el unanimismo, en un contraejemplo de lo que deberÃamos hacer.
Quizás, después de todo, los argentinos tenemos una identidad, nacional, y no nacionalista, a la mano: aquella que nos ofrecen la polÃtica republicana de gobierno de la ley constitucional, de la libertad y la lucha por la igualdad de oportunidades, y el conjunto plural, diverso, contradictorio, inevitablemente tenso, de legados culturales y polÃticos que aunque no todos compartimos, de un modo u otro a todos nos pertenecen.
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Vicente Palermo é cientista polÃtico e pesquisador do Instituto Torcuato di Tella - Conicet, de Buenos Aires.