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El PCA en el mundo de los trabajadores

Hern谩n Camarero - Janeiro 2006
 

En esta ponencia queremos explorar la actuaci贸n del Partido Comunista argentino en el mundo de los trabajadores durante las d茅cadas de 1920 y 1930 [1]. Explicitemos la relevancia del tema. El comunismo desarroll贸 una pr谩ctica militante decisiva en la historia social, pol铆tica y cultural de la clase obrera preperonista, a la que coadyuv贸 a constituir como sujeto colectivo. Hasta el golpe militar de 1943 y la emergencia del populismo, el PC experiment贸 un proceso de fortalecimiento imposible de subestimar: agrup贸 a miles de activistas, mont贸 una densa red de agitaci贸n y propaganda, constituy贸 m煤ltiples instituciones socio-culturales en el seno de la clase trabajadora, lider贸 conflictos gremiales trascendentales, y se convirti贸 en la fuerza pol铆tica de mayor expansi贸n en el proletariado industrial, dentro del cual particip贸 en la fundaci贸n y direcci贸n de algunos de los sindicatos 煤nicos por rama m谩s importantes.

1. 驴Cu谩nto y c贸mo ha sido indagado este fen贸meno? Ubicamos, en primer lugar, el campo de la "historia oficial" comunista, definida por una t贸nica propagand铆stica y un estilo pedag贸gico en su exposici贸n que desalent贸 todo car谩cter reflexivo en el tratamiento del tema [2]. Proveyeron de cierta informaci贸n b谩sica, pero con un criterio de selecci贸n/manipulaci贸n de las fuentes que siempre busc贸 la justificaci贸n de las distintas pol铆ticas sostenidas por la direcci贸n partidaria hist贸rica (en particular, la dupla Codovilla-Ghioldi) [3]. En todos estos textos se brindaron elementos para demostrar una certeza: que hasta 1945 el comunismo hab铆a alcanzado una influencia de masas en la clase trabajadora argentina. La tosquedad de la mayor parte de esta literatura y las vicisitudes del partido posteriores a la irrupci贸n del peronismo fueron desacreditando aquella convicci贸n. A ello tambi茅n contribuy贸 la difusi贸n que adquirieron, desde los a帽os cincuenta y sesenta, una serie de "contra-historias oficiales", de cu帽o nacional-populista de izquierda, tambi茅n escritas como instrumentos de un combate pol铆tico [4]. A partir de una labor de investigaci贸n endeble, estos ensayos argumentaron que la presencia comunista en el movimiento obrero en las d茅cadas de 1920-1940 fue insignificante o pol铆ticamente improductiva, debido a la impronta "antinacional" del PC, un partido que habr铆a comprendido mejor al inmigrante y al peque帽o burgu茅s que a la joven camada de trabajadores nativos. A este "vicio de origen" se habr铆an agregado los "errores" en la aplicaci贸n de sus orientaciones estrat茅gicas: primero, la l铆nea ultraizquierdista de clase contra clase y, desde 1935, la pol铆tica del frente popular, cuando el PC habr铆a impuesto al movimiento obrero una t谩ctica de "tregua laboral", en funci贸n del acuerdo con la "burgues铆a progresista". Esta "traici贸n" a los trabajadores habr铆a provocado el repudio de 茅stos al comunismo, dej谩ndolos en un "vac铆o de representaci贸n" que, luego, con toda legitimidad ser铆a llenado por el peronismo. Este diagn贸stico que postulaba la irrelevancia comunista entre los trabajadores que se multiplicaban al comp谩s del proceso de industrializaci贸n por sustituci贸n de importaciones, dise帽ado para otorgar justificaci贸n hist贸rica a la emergencia del peronismo, terminar铆a empalmando con algunos planteos que, hacia la misma 茅poca, presentaba la incipiente reflexi贸n sociol贸gica promovida por Germani, carente de toda empat铆a con el fen贸meno populista [5]. All铆 se presentaba a la Argentina industrial emergente en los a帽os veinte y treinta como escenario de un corte abrupto entre una "vieja" y una "nueva" clase obrera, en donde la primera (en su mayor铆a descendiente de inmigraci贸n europea) aparec铆a "naturalmente" inclinada a ideolog铆as "de clase", portaba un car谩cter aut贸nomo y pose铆a una extensa experiencia industrial, urbana, pol铆tica y sindical, y la segunda (proveniente de una migraci贸n interna desde las provincias rurales) se mostraba heter贸noma y privada de aquella experiencia. Por estas razones, estos nuevos contingentes laborales habr铆an sido totalmente esquivos a los partidos de clase, como el PC y el PS, y se habr铆an convertido en "masa en disponibilidad" para el ejercicio de proyectos autoritarios y demag贸gicos como el que practicar铆a Per贸n desde 1943. En suma, tanto en la visi贸n nacional-populista como en la "germaniana", sea porque Per贸n opera sobre un "vac铆o de representaci贸n" o porque act煤a sobre una "masa en disponibilidad", queda "te贸ricamente" imposibilitado el avance que "hist贸ricamente" los comunistas s铆 hab铆an logrado en el mundo de los trabajadores entre 1925-1943.

Desde fines de los a帽os sesenta, como producto de una importante discusi贸n de sociolog铆a hist贸rica, varios estudios fueron contestando aquellas visiones convergentes, erosionando los contornos de la supuesta antinomia absoluta entre "vieja/nueva" clase obrera, resignificando los or铆genes del peronismo y redescubriendo la inserci贸n del comunismo en el movimiento obrero [6]. Arribaron a una conclusi贸n bifronte y novedosa: a) la "vieja" clase obrera y el sindicalismo aportaron decisivamente a la conformaci贸n del peronismo (sin negar el fuerte respaldo que 茅ste concit贸 entre los nuevos componentes del proletariado fabril); b) desde una d茅cada y media antes de la emergencia de aquel movimiento pol铆tico, importantes sectores del nuevo proletariado ya ven铆an siendo representados por el comunismo, un actor tradicionalmente concebido como de la "vieja" clase obrera. De este modo, consideraron como un hecho hist贸rico la contribuci贸n del PC al desarrollo de un movimiento sindical moderno durante las d茅cadas de 1930-1940, dejando pendiente el desaf铆o de rastrear las causas por las cuales dicho partido hab铆a sido fagocitado con la emergencia del populismo. Jos茅 Aric贸 se preocup贸 expl铆citamente por retomar estas cuestiones, aunque s贸lo alcanz贸 a elaborar un breve ensayo de car谩cter proyectivo, en donde dise帽贸 algunas hip贸tesis que permitiesen entender tanto la creciente inserci贸n del comunismo en el movimiento obrero desde principios de los a帽os treinta como la posterior erosi贸n de 茅sta [7]. Su interpretaci贸n, si bien se distanci贸 en varios aspectos de la construida por la visi贸n nacional-populista, termin贸 abrevando en las mismas aguas que 茅sta, pues remite a causas esencialmente end贸genas, vinculadas a la estrategia pol铆tica comunista. Seg煤n Aric贸, el PC alcanz贸 una influencia sindical de masas en los a帽os treinta y cuarenta, pero no logr贸 traducir 茅sta a un nivel pol铆tico-ideol贸gico, ganando una aut茅ntica posici贸n hegem贸nica entre los trabajadores (aunque hasta 1943 parec铆a la corriente en mejores condiciones de lograr tal objetivo), pues la orientaci贸n del frente popular habr铆a ido alejando al partido de su inter茅s por las reivindicaciones obreras m铆nimas y la autonom铆a sindical en aras de un deseable acuerdo con sectores de la burgues铆a potencialmente integrantes del bloque aliado antifascista. Por otra parte, en las investigaciones de las dos 煤ltimas d茅cadas que abordaron globalmente al movimiento obrero preperonista, se hizo frecuente el se帽alamiento de la inserci贸n que all铆 hab铆a logrado el PC, pero alcanzaron a describir s贸lo las t谩cticas que el partido despleg贸 en las instancias directivas del sindicalismo [8]. Finalmente, algunas de las ocasiones en que actu贸 el activismo comunista en el mundo laboral fueron analizadas en una serie de estudios recientes que tuvieron como objetivo indagar en procesos hist贸ricos en los que aquella militancia tuvo un papel decisivo (como la organizaci贸n de conflictos y gremios en los sectores textil, metal煤rgico, construcci贸n y carne) [9]

El balance que nos arroja este recorrido historiogr谩fico evidencia que la experiencia comunista en la clase obrera antes del peronismo es un tema a煤n deficientemente explorado (tanto descriptiva como anal铆ticamente), sobre el que se ha ejercido un pobre relevamiento emp铆rico y se han brindado escasas explicaciones rigurosas. Con el objetivo de superar estas falencias, decidimos encarar un impostergable trabajo de archivo, que nos condujo al examen de un conjunto de fuentes primarias que hab铆an sido poco transitadas o eran sencillamente desconocidas por la bibliograf铆a, y al que, desde hace un lustro, es posible acceder como en ning煤n otro momento de la historia [10].

2. A partir del an谩lisis de estas fuentes nos surgieron nuevas reflexiones e hip贸tesis acerca del problema en cuesti贸n. S贸lo podemos exponer aqu铆 algunas de ellas. Partimos del siguiente planteo: por su composici贸n social y su tipo de actividad, el PC fue, hasta la irrupci贸n del populismo, un partido de bases netamente proletarias, inserto en los barrios y sitios de trabajo, y articulado en torno a una identidad y una cultura obrera. 驴Cu谩ndo, c贸mo y por qu茅 se produjo esta estrecha vinculaci贸n entre comunismo y clase trabajadora preperonista? Es cierto, tal como puntualiz贸 Aric贸, que esta relaci贸n se vio impulsada desde fines de 1928 cuando el PC adopt贸 la l铆nea de clase contra clase, propiciada por el VI潞 Congreso de la Comintern (ya dominada por la burocracia stalinista), en donde se proclam贸 el inicio de un tercer per铆odo que s贸lo reconoc铆a la existencia de dos campos antag贸nicos, fascismo/comunismo. Desde entonces, el segundo gobierno de Yrigoyen fue caracterizado como impulsor de pol铆ticas fascistizantes y los de Uriburu y Justo como reg铆menes lisa y llanamente fascistas; t茅rminos aproximados cayeron sobre la CGT y los organismos gremiales comandados por socialistas, sindicalistas e, incluso, anarquistas. Con esta concepci贸n, el PC qued贸 encerrado en una t谩ctica aislacionista y hostil a todas las corrientes pol铆ticas y gremiales, y orientado a una perspectiva obrerista y anticapitalista de tono sostenido. Pretendi贸 liderar la resistencia laboral a los nuevos procesos de acumulaci贸n industrial y a las iniciativas pol铆ticas represivas, y se lanz贸 a conformar una serie de sindicatos rojos, agrupados en el Comit茅 de Unidad Sindical Clasista (que rivaliz贸 con la USA y la COA, primero, y con la CGT, luego). Este desesperado intento por conquistar a las masas obreras foment贸 la proletarizaci贸n del PC. Sin embargo, creemos que el inicio de este proceso hab铆a ocurri贸 ya antes del giro a esta estrategia ultraizquierdista. Ese fen贸meno se inici贸 en 1925, es decir, cuando el partido a煤n se enmarcaba en la estrategia de frente 煤nico postulada por la Comintern, que abr铆a la posibilidad de los comunistas a establecer acuerdos con otras fuerzas obreras o de izquierda para objetivos definidos. Fue en ese a帽o que el partido impuso la estructura celular para el agrupamiento y la acci贸n de sus militantes. Blindados con una ideolog铆a finalista (el "marxismo-leninismo") y una estructura partidaria burocr谩tica de notable eficacia, los militantes comunistas deciden desde entonces insertarse en todas los 谩mbitos del universo obrero, empezando, claro est谩, por los sitios de trabajo. Se conciben as铆 mismos como "abriendo picadas en la selva", encarando una tarea para la cual ni los socialistas ni los sindicalistas ni los anarquistas parec铆an estar tan bien preparados o predispuestos.

En octubre de 1935 el PC se adecua a la l铆nea del VII潞 Congreso de la Comintern e ingresa en otra orientaci贸n, la del frente popular. A partir de all铆, la estrategia fue la b煤squeda de aliados en sectores de la "burgues铆a progresista", en funci贸n de construir una alianza sociopol铆tica con objetivos democr谩ticos antifascistas. No obstante, la inserci贸n obrera del comunismo no se interrumpi贸, sino que se profundiz贸. A los pocos meses de iniciada dicha orientaci贸n, los militantes del PC estuvieron en la direcci贸n de la decisiva huelga de los obreros de la construcci贸n, condujeron la creaci贸n de la federaci贸n nacional que agrupar铆a a estos 煤ltimos (la FONC, en ese entonces, el segundo gremio del pa铆s en t茅rminos cuantitativos) y decidieron el ingreso de las organizaciones que controlaban a la CGT. A partir de all铆, lograron un creciente protagonismo en esa central (alcanzando la codirecci贸n con los socialistas en 1939-1943), y lideraron los gremios metal煤rgico, textil, construcci贸n, madera, carne, calzado, vestido, entre otros, que reunieron unos 120.000 afiliados (un quinto del total de obreros industriales del pa铆s). Este desarrollo comunista logr贸 sortear las pol铆ticas estatales que lo enfrentaron: la dura persecuci贸n ca铆da sobre sus militantes, que conformaron una lista de cientos de detenidos, torturados y deportados durante los gobiernos de Uriburu y Justo; y las trabas que el DNT puso para negociar con los sindicatos controlados por ese partido. Resulta mitol贸gico afirmar que hacia inicios de los a帽os 聭40 el PC aplic贸 una "tregua laboral", pues fueron los gremios orientados por los comunistas los que encabezaron las mayores huelgas (en los gremios metal煤rgico, de la construcci贸n, de la madera y otros). Al mismo tiempo, los comunistas mostraron eficacia en las tareas trazadas por el movimiento obrero en la 茅poca: impulsar la movilizaci贸n detr谩s de reivindicaciones econ贸mico-sociales m铆nimas (aumentos de salarios, lucha contra los despidos, mejoras en las condiciones laborales, etc.); organizar y unificar a estos trabajadores en sindicatos 煤nicos por rama de actividad para potenciar su capacidad confrontativa; y desarrollar audazmente una estrategia de presi贸n/negociaci贸n sobre los poderes Ejecutivo y Legislativo en vistas a la obtenci贸n de conquistas. En definitiva, coadyuvaron decisivamente a la creaci贸n de nuevas y s贸lidas estructuras sindicales, dotadas de mayores complejidad, magnitud y profesionalidad, y con estrategias que fueron superando la mera acci贸n directa. Por eso es que todo an谩lisis del surgimiento del sindicalismo industrial y moderno debe necesariamente explorar la intervenci贸n del comunismo, pues fue el actor pol铆tico que orient贸 mayoritariamente aquel proceso. Finalmente, creemos que la clave para explicar el eclipse del PC en el movimiento obrero y la conversi贸n mayoritaria de este 煤ltimo al peronismo no residi贸 en eventuales errores en la orientaci贸n pol铆tica o en un esencialismo antinacional de ese partido, ni en un cambio en la composici贸n social de la clase obrera que habr铆a ido erosionando la influencia de las viejas organizaciones de clase, sino en la fuerza misma con la que surgi贸 el populismo, es decir, en el desacople entre el crecimiento r谩pido y exponencial de la alianza entre un sector del sindicalismo y la elite militar-estatal encabezada por Per贸n, y el desarrollo m谩s lento y gradual que ven铆a experimentando el avance comunista entre los trabajadores. Antes que agotarse en su propia din谩mica por limitaciones o equ铆vocos estrat茅gicos, es decir, antes que fenecer de "muerte natural", la influencia del comunismo en el movimiento obrero fue obturada, reprimida y finalmente extirpada por el poder peronista emergente.

En el pr贸ximo tramo de esta exposici贸n realizamos algunas descripciones y an谩lisis en torno a nuestro objeto de estudio con tres recortes, de car谩cter temporal, espacial y tem谩tico. 1) S贸lo consideramos el per铆odo 1925-1935, lo que nos permitir谩 dar cuenta de la primera implantaci贸n org谩nica de los comunistas en la clase obrera urbana, pues, como ya hemos adelantado, no puede entenderse el crecimiento del PC pos 1935 sin el desembarco que el partido realiza en aquel medio social desde diez a帽os antes. 2) Nos detenemos en el Area Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Las razones son evidentes: se trataba, seg煤n censos de 1935-1936, de la aglomeraci贸n m谩s poblada del pa铆s (3.500.000 de habitantes), y del principal centro fabril (concentrando la gran mayor铆a de los 40.600 establecimientos existentes, y de los 470.000 obreros empleados en ellos). 3) Dado que el an谩lisis del papel del PC en las cuestiones referentes a la organizaci贸n y conflictividad a nivel sindical ha sido el tema m谩s tratado por la bibliograf铆a, decidimos abordar el que aparece completamente ausente en la misma: el proceso de inserci贸n de base de ese partido en el seno del proletariado. Para ello, seleccionamos dos t贸picos muy distintos: la organizaci贸n de c茅lulas y peri贸dicos de empresas; y la creaci贸n de 谩mbitos de sociabilidad cultural que hac铆an al uso del tiempo libre conquistado por la clase obrera.

3. Como ya hemos se帽alado, desde mediados de 1925 los comunistas impusieron una pol铆tica de captaci贸n masiva de obreros a sus filas. Tenemos datos precisos sobre la incorporaci贸n de miembros al PC de la Capital Federal, que se hizo muy intensa a partir de ese a帽o [11]. Hacia agosto de 1926 dicha regional contaba con unos 700 cuadros militantes (algo menos de la mitad de los de todo el pa铆s). Midiendo su fecha de ingreso, se comprueba que el 55% de los mismos hab铆a sido reclutado en el a帽o y medio anterior, y que su componente obrero hab铆a aumentado de manera perceptible. Hasta junio de 1925 el 55% de los militantes comunistas de la ciudad eran obreros; el 45% restante estaba constituido por empleados, maestros, comerciantes, trabajadores independientes, estudiantes y otros. Para agosto de 1926, luego de la campa帽a de "reclutamiento proletario", las cifras hab铆an variado mucho: el porcentaje de operarios era del 77% y el de los empleados era del 13%, lo que arrojaba un total de un 90% de trabajadores asalariados. Casi el 60% de los militantes comunistas capitalinos pertenec铆an a siete ramas industriales que, en orden de importancia, eran: metal煤rgicos, de la madera, alba帽iles, sastres, gr谩ficos, textiles y del calzado.

Este proceso fue mediado por una serie de importantes cambios organizativos que encarados por el PC. Hubo una mutaci贸n en su armaz贸n interna y una precisi贸n mayor de las caracter铆sticas que deb铆a asumir su militancia. Todo se colocaba en sinton铆a con el objetivo de "bolchevizar" al partido, es decir, ponerlo bajo los c谩nones pontificados por la Comintern. La transformaci贸n que nos interesa se帽alar es la adopci贸n de la estructura celular, consistente en el reagrupamiento de los afiliados activos en un organismo de base, denominado c茅lula, que pod铆a reunir entre 3 y 20 individuos. La c茅lula ser铆a entendida de all铆 en m谩s como la unidad fundamental y reproductora del PC, la base de su funcionamiento y el puente de vinculaci贸n entre el partido y la clase obrera. La incorporaci贸n a las c茅lulas fue lograda progresivamente, mientras se iba abandonando la organizaci贸n que el partido hab铆a heredado de la tradici贸n socialista de agrupar a los afiliados en Centros barriales o locales. Se consideraba que esta nueva estructura permitir铆a una colaboraci贸n m谩s estrecha entre la masa de afiliados y la direcci贸n, que aumentar铆a la intensidad y el compromiso de los afiliados, y que se posibilitar铆a una mayor eficiencia en el control de sus actividades. El objetivo principal era constituir c茅lulas de empresa, es decir, conformadas por todos los que trabajaban en la misma planta. Si en un taller no exist铆a una concentraci贸n de militantes que permitiera la organizaci贸n de una c茅lula propia, aquellos se agrupaban mezclados en las c茅lulas mixtas. Exist铆an adem谩s las c茅lulas de calle, conformadas por vecinos, a las que se les asignaba un radio determinado de acci贸n en funci贸n de las f谩bricas adonde efectuar la agitaci贸n. A las c茅lulas que se dedicaban a apoyar a otra de una empresa, se la denominar谩 luego como de bloqueo, constituida por vecinos del barrio en el que se hallaba ubicado el establecimiento. Hacia abril de 1927 la organizaci贸n celular estaba completamente instaurada en la Capital, parcialmente en la provincia de Bs. As., algo menos en las ciudades de Rosario, C贸rdoba y Tucum谩n, y en sus inicios en el resto del pa铆s [12]. Para octubre de ese a帽o, otro informe indica que en el PC metropolitano y de ciertos partidos del GBA hab铆a 95 c茅lulas, que agrupaban a casi 800 militantes [13]. La inserci贸n de estos organismos en los medios proletarios fue encarada en forma met贸dica: "La mayor铆a de las c茅lulas han hecho el censo industrial de su radio, es decir, especificar claramente las casas, negocios, industrias, talleres, etc., que tienen instalados sus lugares de trabajo en cada radio; saber la cantidad de obreros, obreras y menores que desempe帽an sus funciones en cada una, y conocer la situaci贸n econ贸mica de los mismos. Averiguar el estado en que se encuentra el taller o la f谩brica; si hay defectos en el trabajo, falta de condiciones de higiene, horario, salarios y muchos otros datos inherentes a la actividad de los obreros. Hecho esto se tomaba a la f谩brica que estuviera en peores condiciones, buscando con preferencia donde trabajaran afiliados o simpatizantes que pudieran proporcionar los datos necesarios, y comenzar en forma la agitaci贸n dentro del establecimiento" [14]. No importa de qu茅 a帽o se trate, la orientaci贸n era invariable: "Abusos patronales, compadradas del capataz, poco salario, desocupaci贸n. Son temas que las c茅lulas comunistas deben utilizar para correspondencias y conferencias a la salida del taller" [15]. La acci贸n de las c茅lulas revest铆a un car谩cter absolutamente clandestino, y la concepci贸n que se hallaba en la constituci贸n de cada una de ellas era la de una infiltraci贸n en terreno "enemigo", el de la patronal. Son m煤ltiples las referencias al sistem谩tico despido de comunistas de las f谩bricas. El balance que se hac铆a de estos hechos era invariable: "conviene que esto sirva de ense帽anza a los comunistas para que sepan efectuar mejor el trabajo en lo sucesivo, haci茅ndolo lo m谩s ilegal posible"[16].

La actividad de cada c茅lula del AMBA era controlaba permanentemente por el Comit茅 Local, que procuraba capacitar a los obreros para comportarse eficazmente en esos organismos y acrecentar sus responsabilidades. Se castigaba al que continuaba en la c茅lula anterior a su cambio de trabajo y se prohib铆a a los afiliados a que cambiaran de ocupaci贸n, oficio o domicilio sin previa comunicaci贸n a dicho Comit茅. El PC se comportaba como una maquinaria que pautaba el funcionamiento de cada uno de sus engranajes y ejerc铆a un control absoluto de todos sus integrantes. En este contexto, ser obrero comunista era una opci贸n de vida que requer铆a de mucho esfuerzo, dedicaci贸n, e incluso, coraje. Uno de los elementos que nos muestra lo abnegado de esta militancia es el sostenimiento econ贸mico que esta deb铆a hacer de la organizaci贸n a trav茅s del pago de contribuciones. La c茅lula estaba obligada a exigirle a cada afiliado que tuviera el carnet con las cuotas al d铆a. Los montos variaban en funci贸n de la situaci贸n econ贸mica del afiliado, pero tambi茅n inclu铆a una escala de valoraciones que "castigaba" al no obrero o no sindicalizado. Es claro que todos los militantes no pod铆an cumplir con estos ritmos y exigencias de actividad. Por eso, la fluctuaci贸n de los inscritos era muy alta. Hay varias referencias a un ingreso y egreso perpetuo de miembros. Las "salidas" muchas veces no eran voluntarias, sino que era la propia organizaci贸n la que las fomentaba, y hac铆a una selecci贸n rigurosa, tamizando el padr贸n de afiliados en forma permanente.

La implantaci贸n de las c茅lulas comunistas desde mediados de la d茅cada de 1920 reflej贸 las propias caracter铆sticas de la industrializaci贸n en el AMBA, es decir, la existencia de un parque fabril desplegado sobre crecientes niveles de dispersi贸n geogr谩fica y de disparidad en las escalas y complejidad productiva de las empresas, que inclu铆an algunas grandes y tecnificadas unidades de producci贸n y comercializaci贸n, y muchos talleres medianos y peque帽os, con capital y personal reducido, tecnolog铆a poco avanzada, a veces trabajando a un nivel casi artesanal. Sin embargo, a煤n respetando esta dispersi贸n, la inserci贸n comunista result贸 ser especialmente marcada en el cord贸n sur de Buenos Aires, cercano al Riachuelo, que constitu铆a uno de los 谩mbitos claves de ubicaci贸n del proletariado fabril, desde los puntos de vista laboral y habitacional: los barrios de La Boca, Barracas, N. Pompeya y P. Patricios; y, dentro del GBA, Avellaneda. Pero eran divisibles otras tres 谩reas de concentraci贸n industrial, que tambi茅n presentaban ventajas para la localizaci贸n de las plantas: Villa Crespo y zonas de Palermo; Balvanera, con una vieja tradici贸n industrial; y ciertos per铆metros de San Nicol谩s, Monserrat, San Telmo y Constituci贸n. El desarrollo fabril tampoco estaba ausente de la Chacarita y de los barrios que se le desprend铆an al oeste: Paternal, Villa del Parque y Villa Urquiza. En muchas f谩bricas y talleres de todos estos vecindarios tambi茅n hubo una importante presencia comunista. No fue un hecho casual que el PC ubicara en los lugares antes mencionados la gran mayor铆a de sus locales, bibliotecas y clubes de f煤tbol. Por otra parte, las c茅lulas se implantaron, durante estos diez a帽os, en firmas de casi todos las ramas industriales (metal煤rgica, textil, carne, madera y mueble, gr谩fica, alimentaci贸n y bebidas, calzado, tabaco, bolsas, electricidad, confecci贸n y vestido, farmacolog铆a, qu铆mica, cuero), en algunas del transporte (especialmente en el sector ferroviario), y, en menor medida, del comercio y los servicios. El rubro en donde la penetraci贸n comunista tuvo mayor 茅xito fue el metal煤rgico: casi un 14% del total de miembros del PC porte帽o en 1926 proven铆an de ese sector. Durante la segunda mitad de los a帽os veinte, el PC se hab铆a implantado en m谩s de 40 establecimientos de esa rama, de m煤ltiples dimensiones y capital de origen (muchos talleres peque帽os, varios medianos, como SIAM y la Cromo Hojalater铆a de Bunge y Born, y algunos grandes, como Kl枚ckner). As铆 mismo, desde los a帽os 聮20, el PC cont贸 con unos 50 cuadros militantes en las f谩bricas textiles, como las de Campomar (en Belgrano y Valent铆n Alsina), una de las mayores firmas de ese rubro, o la F谩brica Argentina de Alpargatas (en Barracas). La actividad comunista tambi茅n fue significativa a partir de los primeros a帽os veinte en los frigor铆ficos Swift y Armour (Berisso), Anglo y Wilson (Avellaneda) y Smithfield y Anglo (Z谩rate).

En la estructuraci贸n y desarrollo de las c茅lulas fabriles del PC resultaron claves los peri贸dicos por empresa. Empezaron a aparecer desde 1926, y hacia la segunda mitad de la d茅cada de 1930 superaban el centenar, s贸lo en el AMBA. Hasta el momento, dada la imposibilidad de acceder a su consulta, nunca hab铆an sido analizados por ning煤n investigador. Sin embargo, su utilidad es inmensa porque nos permite un examen detallado del modo como se produjo la inserci贸n concreta del comunismo en los sitios de trabajo. El objetivo que estos 贸rganos de prensa mejor parecieron cumplir fue el agitativo. Su tirada variaba, l贸gicamente de acuerdo con la envergadura de la planta fabril, y su periodicidad era, generalmente, de car谩cter mensual. La mayor parte de ellos se difundieron en empresas y talleres metal煤rgicos, textiles y ferroviarios; tambi茅n existieron en establecimientos gr谩ficos, de alimentaci贸n, curtiembres, de calzado, de la madera, farmacias y droguer铆as, vitivin铆colas y frigor铆ficos, entre otros. Los peri贸dicos eran de un tama帽o peque帽o y en su gran mayor铆a consist铆an en una simple hoja mimeografiada a ambos lados. En esas dos p谩ginas hab铆a pocas notas, algunos recuadros y una ilustraci贸n. Estos peri贸dicos eran, como las c茅lulas, clandestinos, tanto en la esfera de su elaboraci贸n como en la de su distribuci贸n. Ninguna nota aparec铆a firmada con nombre, sino con una an贸nima referencia: "un obrero", "un trabajador organizado", "una explotada". No se mencionaba el nombre de ning煤n trabajador, activista o militante; s铆 el de capataces, gerentes o due帽os, para descargar sobre ellos las m谩s gruesas acusaciones, insultos o amenazas. Aqu铆 los sentimientos de pertenencia y exclusi贸n que defin铆an una identidad proletaria en oposici贸n a la de los capitalistas y sus "servidores" estaban presentes de modo cristalino. 驴C贸mo llegaban estos peri贸dicos a manos de los obreros, en medio de la represi贸n patronal y/o estatal? Una forma era la distribuci贸n en las puertas de la empresa por miembros de las c茅lulas de bloqueo. Probablemente, los comunistas hayan sido los que iniciaron, desde mediados de los a帽os veinte, ese nuevo habito de la militancia proletaria: el de arengar, en el p贸rtico de la f谩brica, a los empleados que entraban y sal铆an. El otro modo era que los propios operarios comunistas del establecimiento los repartiesen a sus compa帽eros de labor m谩s confiables, en lugares ocultos (como el vestuario o el ba帽o de la planta). La direcci贸n del PC orientaba a que los art铆culos no fueran muy extensos, o referidos a cuestiones demasiado generales, destacando la necesidad de publicar notas expresivas, con denuncias contundentes acerca de los problemas cotidianos del sitio de trabajo. "Hay que buscar el asunto interesante, la cuesti贸n sensacional de la f谩brica, la actitud del capataz, del jefe, del gerente o de aquel que sirva los intereses de los mismos. 驴Que hay un lugar insalubre en la casa, una pared que amenaza derrumbarse, un lugar donde no entra el aire o el sol, servicios malolientes, descuidados, sin limpieza, que el horario es excesivo, el salario peque帽o, el trato malo? Muy bien: t贸mense esos asuntos aislados, uno por uno, y sobre cada uno h谩gase un art铆culo conciso, sin ocupar mucho espacio y sin generalizar tampoco. Ver谩n entonces los compa帽eros como son apreciados por los obreros a quienes va dirigido" [17].

Si realizamos un recorrido por los peri贸dicos, podemos apreciar la caracter铆stica que define a la identidad obrera: una contraposici贸n entre el "nosotros" proletario y el "ellos" de la clase dominante, de sus representantes y de sus servidores, aquel "mundo de los jefes" al que se refiere Hoggart [18]. A este tema lo vemos reaparecer a cada momento, expres谩ndose en la denuncia a los gestores de la disciplina fabril, y la convocatoria a enfrentarlos: "Lo que m谩s indigna en esta f谩brica es la manera brutal y soez con que somos tratados por Don Vicente, el capataz. Cabr铆a preguntarle a ese se帽or si nos ha confundido a nosotros, obreros que honradamente nos venimos a ganar el pan, con elementos de prost铆bulo" [19]. En estos peri贸dicos podemos observar una serie de valores, como la pobreza digna, la valent铆a, la honradez, la dignidad, el ser portador de justicia, operando a manera de construcciones imaginarias que conforman al "mundo de los obreros"; el atropello, el vocabulario soez, la arbitrariedad, la alcahueter铆a, la discriminaci贸n racial, junto a la explotaci贸n, claro est谩, son las distinciones del mundo de "ellos", de los jefes y capitalistas. Pero aunque postulaban formar parte de ese mundo proletario, los trabajadores comunistas nunca dejaban de presentarse como porci贸n esclarecida de aquel y de asumirse con una funci贸n misionera. Eso le confer铆a a estos peri贸dicos cierto car谩cter pedag贸gico. Esta concepci贸n de asumirse como vanguardia de su clase, se autolegitimaba al momento de definir el estado en que se encontraban los trabajadores a los que se dirig铆an. Los llamados se orientaban siempre en direcci贸n de despertar consciencias adormecidas y convocaban, invariablemente, a comenzar o reiniciar la lucha: "Es necesario que termine esa apat铆a perniciosa y cobarde que hace que todo lo aguantemos sin una queja" [20]. Los cuestionamientos a la supuesta indolencia de muchos trabajadores, y los llamados a superarla, se repiten en todos estos 贸rganos de prensa. Pero si la apat铆a del obrero era recriminada, la "traici贸n" era estigmatizada sin contemplaciones. Por ejemplo, los que nunca se plegaban a las huelgas eran apodados como "perros fieles de la patronal" [21]. El "carnero" era retratado como un intruso, un agente del mundo de "ellos" en el mundo de "nosotros". Al mismo tiempo, los peri贸dicos pretend铆an convertirse en armas de una lucha por barrer las "falsas conciencias" que amenazaban a los trabajadores. Siempre hab铆a un espacio para atacar los principios de colaboraci贸n de clases o de confianza en una eventual benignidad de la burgues铆a: "Mientras un obrero no trate de lesionar los intereses del patr贸n, vale decir, mientras se deje explotar pac铆ficamente, la fiesta seguir谩 en paz, pero el d铆a que los trabajadores se organizan, o lo que es lo mismo, en el momento que no se dejan comer mansamente, aparece tal cual es"[22]. Del mismo modo, se denunciaba las maniobras de la iglesia para atemperar la lucha social y crear los C铆rculos de Obreros Cat贸licos.

Encontramos un segundo gran aspecto en estos peri贸dicos obreros: el de la cr铆tica a las situaciones laborales que experimentaban los trabajadores en los establecimientos. Estas denuncias aparec铆an en secciones tituladas "Como nos explotan", compuestas por notas enviadas por los operarios, en donde se describ铆an las iniquidades de la vida laboral. Los comunistas se mostraban preocupados por montar detr谩s de cada peri贸dico una red de corresponsales obreros, que permitiera que estos 贸rganos pudieran decir las "verdades que los trabajadores esbozan entre dientes", ser un canal de la angustia, la furia y los deseos de reaccionar frente a la experiencia laboral. En buena medida, los art铆culos nos aportan un balance muy preciso de los reclamos que levantaba el movimiento obrero, especialmente el industrial, ante la organizaci贸n de los procesos de trabajo entre 1925-1935. Algunos convocaban a la lucha para obtener el mejoramiento de los horarios, y por la conquista del "s谩bado ingl茅s" y la jornada laboral de 8 horas diarias, reivindicaciones que eran presentadas como un apoderamiento, justo y necesario, de tiempo libre para el proletariado. Haci茅ndose eco de la explicaci贸n que Marx hac铆a en El Capital del modo en que los capitalistas procuraban aumentar la plusval铆a absoluta "carcomiendo" tiempo de descanso de los obreros, tambi茅n era frecuente, especialmente entre los peri贸dicos metal煤rgicos y textiles, la denuncia del "hurto" de minutos de los trabajadores, a los que se les estiraba la jornada antes o despu茅s del horario establecido. Encontramos un segundo tema en los insistentes llamados a luchar contra la explotaci贸n de ni帽os y mujeres. Un tercer 铆tem es posible ubicar en las denuncias a las malas condiciones de higiene, salud y seguridad en las que se desarrollaban las tareas dentro de las empresas, la falta de botiquines y m茅dicos, la violaci贸n de las ordenanzas municipales sobre el tema y los accidentes de trabajo. Otro punto recurrente era el repudio al trabajo a destajo, que a煤n reg铆an en muchos talleres, pues no estaban totalmente generalizados ni los sistemas tayloristas de medida y valoraci贸n del tiempo de labor ni las tareas en cadena con cintas de transporte autom谩ticas. Esta era una denuncia muy frecuente en los peri贸dicos que se editaban entre los metal煤rgicos. Tambi茅n se marcaban variados abusos: las multas, con descuento de sueldo, ante errores cometidos por los operarios; las obligaciones a mostrar la c茅dula de identidad y una fotograf铆a (tomada en una casa designada por la empresa) cada vez que ingresaban a la planta [23]; por mencionar algunos casos. Adem谩s, estaban los planteos relacionados con la desocupaci贸n y los salarios, que cobraron creciente peso luego de la crisis de 1930. Hab铆a toda una serie de art铆culos vinculados al pedido de aumento en los haberes m铆nimos, al cumplimiento de las fechas de pago, a lograr el cobro quincenal y a conseguir la equiparaci贸n salarial entre operarios y operarias. Otra tem谩tica recurrente era el llamado a la organizaci贸n de los obreros de la planta y a la conformaci贸n o fortalecimiento de comisiones internas y sindicatos por oficio o rama, lo que confirma la im谩gen de que los comunistas arribaban a un escenario industrial en gran medida carente de estructura gremial.

En s铆ntesis, lo que hemos querido mostrar en este punto es c贸mo, desde mediados de los a帽os veinte, la inmensa mayor铆a de los militantes del PC provinieron del mundo de los trabajadores industriales y c贸mo, la aspiraci贸n m谩s b谩sica de ese partido, fue su penetraci贸n org谩nica en los 谩mbitos fabriles. En funci贸n de este objetivo fue que se produjo una reorganizaci贸n partidaria, espec铆ficamente con la creaci贸n de las c茅lulas de empresa, con su red de peri贸dicos, con los que el comunismo procur贸 acercarse a las necesidades m谩s b谩sicas de los trabajadores. Tengamos en cuenta que para una entidad tan condicionada por planteamientos obreristas, la lucha contra el capital se libraba fundamentalmente, en el puesto de trabajo, o sea, a nivel de las relaciones sociales de producci贸n. Pero hubo otras formas muy diferentes con las que el PC se vincul贸 a los obreros. Las examinaremos en las p谩ginas que siguen.

4. Durante los a帽os veinte y treinta, a煤n manten铆a su vitalidad el despliegue cultural del PS: m谩s de 400 bibliotecas obreras, centros de estudios, "escuelas libres para trabajadores", ateneos de divulgaci贸n, universidades populares, conjuntos teatrales y musicales, conferencias y visitas a museos, proyecciones cinematogr谩ficas, etc. [24] La experiencia cultural comunista durante este per铆odo no alcanz贸 la envergadura que present贸 la socialista, pero se orient贸 m谩s claramente hacia la clase obrera, constituyendo otro de los modos claves con los que el PC se insert贸 en el mundo de los trabajadores. Veamos s贸lo dos ejemplos de esto, uno en el campo de la instrucci贸n, el otro en el de la recreaci贸n.

Para el primero de los casos, exploremos las "Bibliotecas Obreras" comunistas. Hemos localizado durante estos a帽os la existencia de una treintena de estas instituciones en la zona del AMBA (casi todas ubicadas en los barrios y localidades de mayor presencia proletaria), que generalmente funcionaban al lado de los locales partidarios. Una cifra similar sumaban los de los sindicatos, asociaciones de trabajadores inmigrantes y otros organismos en los que los comunistas ten铆an una intervenci贸n decisiva. Sus nombres, nos remite a un conjunto heterog茅neo de "pr贸ceres" posibles de reivindicar por las tradiciones marxista o "progresista" (como Engels, K. Liebknecht, R. Luxemburgo, M. Gorki, E. Zola o A. France, F. Ameghino, E. Echeverr铆a) y tambi茅n a una serie de valores y s铆mbolos ligados a ellas ("Renovaci贸n", "Sol de la Humanidad", "D铆a a d铆a m谩s luz", "Trabajo", "Antorcha de la Verdad"). En los peri贸dicos obreros impulsados por el partido se instaba a los trabajadores a asociarse a estos centros y en los 贸rganos de car谩cter interno se planteaba esta tarea como una obligaci贸n para todo militante comunista. Como tambi茅n era frecuente en las que animaban las otras tendencias de izquierda, estas instituciones, adem谩s de las tareas formalmente asignadas (la promoci贸n de la lectura y el almacenamiento de libros), realizaban m煤ltiples experiencias de instrucci贸n y sociabilidad cultural: cursos, lecturas comentadas, conferencias, obras de teatro, concursos de poes铆a, veladas literarias y musicales, visitas a museos, entre otras. Es decir, eran al mismo tiempo 谩mbitos de erudici贸n y de entretenimiento. Detr谩s de la actividad de estas instituciones percibimos un eco, pero atemperado y mucho m谩s aggiornado, de aqu茅l prop贸sito que defin铆an a las bibliotecas y centros del PS: el de comportarse como faros para la "elevaci贸n cultural y moral" de la clase obrera. Ciertamente, advertimos en las bibliotecas comunistas el intento por irradiar una cultura erudita basada en modelos letrados "cl谩sicos", pero, al mismo tiempo, encontramos en estos centros una creciente tendencia (mayor a煤n que la que aparec铆a en el caso socialista) a realizar concesiones o adaptaciones con respecto a sus fines originarios de ilustraci贸n, dej谩ndose llevar hacia actividades sociales mas profanas, como festivales y salidas campestres. Por otra parte, consignemos que el PC logr贸 montar una decena de "escuelas obreras" en la Capital, con un promedio de doscientos alumnos regulares cada una. La mayor铆a fueron erigidas por trabajadores comunistas jud铆os y se ubicaron en los barrios de La Paternal y Villa Crespo. Ten铆an maestros del partido, programas propios, y textos escolares para cada grado, la mayor铆a escritos en idish. Hubo intentos de agrupar a dichos centros, como el Consejo Escolar Obrero. Pero es evidente que los esfuerzos fueron vanos frente al prestigio y los recursos con que contaba la educaci贸n p煤blica, de modo que aqu茅l intento "autonomista", sin que fuera abandonado, qued贸 finalmente subsumido por propuestas de reformas de aquel sistema p煤blico, para hacerlo m谩s propicio, 煤til y accesible a los hijos de los trabajadores.

Por otra parte, otro modo de inserci贸n que el PC busc贸 construir sobre las posibilidades de tiempo libre de los asalariados, en este caso en el terreno m谩s recreativo, fue el generado en el 谩rea deportiva. Por considerar que el deporte, dentro de la sociedad capitalista, era un privilegio de clase, por aquellos a帽os el PC promovi贸 la formaci贸n de "Clubes Obreros", por supuesto, basados en una actividad amateur. Si algunas de las pr谩cticas que en este campo despleg贸 la izquierda han sido brevemente analizadas o aludidas por parte de algunos estudios, la experiencia de los clubes comunistas ha sido completamente ignorada. Comenzaron a surgir en 1923 y para 1926 ya alcanzaban el medio centenar en el 谩mbito de la Capital y del GBA; otra veintena se desparramaban en otras provincias del pa铆s. Sus nombres remit铆an a la liturgia anticapitalista: un "pante贸n" en el que aparecen l铆deres marxistas ("R. Luxemburgo", "Lenin"); la iconograf铆a del socialismo y la clase obrera mundial ("Hoz y Martillo", "1潞 de Mayo", "Hijos del Pueblo", "La Internacional", y todas las conjugaciones posibles de "rojo"); y una serie de valores universales de redenci贸n ("Justicia", "Salud y Fuerza", "Uni贸n y Trabajo", "Valor y Verdad"). Estaban mayoritariamente dedicados a la actividad futbol铆stica y, ocasionalmente, al atletismo, el basketball y el ajedrez. Tambi茅n hac铆an actividades culturales, organizando festivales y conferencias sobre las virtudes del "deporte obrero" en teatros p煤blicos barriales. Como tantos otros de esa 茅poca, apenas contaban con recursos materiales y financieros propios, y su vida result贸 ef铆mera (entre cinco y siete a帽os), pero realizaron una actividad casi constante y parecieron poder construir ciertos lazos identitarios. Ten铆an un promedio de medio centenar de socios, quienes pod铆an ser de dos categor铆as: cadetes o activos. La mayor铆a alcanz贸 a conformar varios teams, pero algunos no superaron la categor铆a de "clubes-equipos". Sus precarias canchas se ubicaban en esos terrenos urbanos sin edificar que los porte帽os, durante las primeras d茅cadas del siglo XX, reclamaron y usaron como espacios verdes para la recreaci贸n. Estos campos bald铆os se encontraban en barrios alejados de sus secretar铆as (Villa Soldati o Liniers). La distancia entre el lugar de juego y la sede nos sugiere que, aunque siendo expresi贸n de la vida del vecindario en donde estaban insertas estas 煤ltimas, estos clubes traspasaban naturalmente los l铆mites barriales y se constitu铆an esencialmente a partir del gremio o el grupo de f谩bricas a las que pertenec铆an sus miembros.

Estos clubes obreros comunistas se agruparon desde 1924, o se fueron sumando luego, en una instituci贸n madre: la Federaci贸n Deportiva Obrera (FDO). Tengamos en cuenta que el PS reci茅n logr贸 constituir una entidad similar, la Confederaci贸n Socialista Deportiva, en 1926. La FDO pareci贸 mostrar una actividad m谩s vasta que su s铆mil socialista. Organizaba un campeonato de f煤tbol de cinco divisiones, en el que interven铆an los equipos de los clubes antes nombrados. Ten铆a su propio reglamento de disciplina, una agrupaci贸n de referees y un bolet铆n de informaciones en donde se resum铆an sus actividades; peri贸dicamente, realizaba congresos nacionales. Lleg贸 a desplegar una actividad tan vasta que La Internacional, el 贸rgano oficial del PC, pas贸 a tener desde el 1潞 de mayo de 1925 una secci贸n deportiva diaria en sus p谩ginas, en donde se informaba acerca de los eventos realizados por cada club, se presentaba el "fixture" de encuentros, se comentaba el desarrollo de los diferentes match y se ofrec铆a la tabla de posiciones de los campeonatos. La mayor铆a de los clubes de la FDO (y la propia FDO), estaban controlados por el PC, y funcionaban al lado o en los comit茅s barriales del partido, pero hab铆a algunos clubes independientes, y en casi todos su composici贸n comunista distaba mucho de ser absoluta, pues al revisarse sus comisiones directivas puede observarse la participaci贸n de individuos sin filiaci贸n pol铆tica. Por otra parte, la FDO siempre procuraba desprenderse de la imagen de colateral del PC con la que se la sol铆a asociar, pero s铆 se jactaban de ser dentro del pa铆s, "los 煤nicos propulsores del verdadero deporte: el deporte colectivo, de las masas, al impregnarle el esp铆ritu vivificador de las luchas obreras" [25]. Hab铆a aqu铆 un discurso espec铆fico respecto a esta actividad social, especialmente en la futbol铆stica. Lo que se hac铆a era una reivindicaci贸n de un deporte rojo y proletario, contraponi茅ndolo a la mercantilizaci贸n que habr铆a sufrido bajo el r茅gimen capitalista, en donde el amateurismo perd铆a espacios frente al avance de la pr谩ctica profesional y los jugadores iban encontrando en ella un medio para obtener r茅ditos econ贸micos (recordemos que en 1931 surgi贸 la primera organizaci贸n profesional, la Liga Argentina de Football, y tres a帽os despu茅s la definitiva Asociaci贸n del F煤tbol Argentino). El PC se enfrentaba a esta perspectiva, levantando la consigna de "隆Contra los clubes empresas! 隆Por el deporte popular y obrero!" [26]. Los comunistas no pudieron proseguir mucho tiempo con esta experiencia. Como tantas otras instituciones socio-culturales y 贸rganos de prensa asociados al PC, la FDO fue formalmente disuelta por la dictadura de Uriburu a fines de 1930. Los clubes terminaron languideciendo en medio de la persecuci贸n policial, las torturas y las deportaciones que, en los a帽os siguientes, sufrieron varios de sus miembros.

El examen de todas estas experiencias, en las que pueden detectarse la b煤squeda de formas socioculturales aut贸nomas, ancladas en el mundo de los trabajadores, nos conduce a reflexionar en torno a la existencia de una cultura obrera. Habr铆a que explorar si aquella singular cultura popular barrial, reformista, interclasista y mayormente argentinizada, surgida en la Buenos Aires de entreguerras, se convirti贸 en la 煤nica y excluyente de las clases subalternas, y si termin贸 por evaporar la identidad proletaria y por anular las expresiones de cultura obrera [27]. 驴No es posible reconocer, acaso, una cultura obrera, en la que los comunistas ocuparon un papel, teniendo en cuenta una serie de determinaciones materiales, sociales, pol铆ticas o hist贸ricas: la presencia en la ciudad de un proletariado industrial numeroso, con muchas demandas insatisfechas, manteniendo niveles fluctuantes pero no inexistentes de movilizaci贸n y organizaci贸n, y en donde la incidencia de la extranjer铆a sigui贸 siendo muy alta (m谩s de un tercio de la poblaci贸n, la mayor parte trabajadora)? Podr铆amos hipotetizar, entonces, que subsisti贸 una cultura de los trabajadores, algunas veces compartiendo un territorio com煤n con aquella cultura popular barrial, pero que nunca perdi贸 su especificidad. 驴Pudieron los comunistas haber conformado una variante dentro de esta cultura proletaria, inclinada a conformar sus propias normas y valores, proclive a recrear rasgos particulares y localizada en 谩mbitos espec铆ficos? No tenemos elementos suficientes para responder afirmativamente, pero es claro que los comunistas manifestaron mucho m谩s expl铆citamente que el PS una vocaci贸n por crear una cultura alternativa a la impulsada por las clases dominantes, al tiempo que expresaron algunos matices a la oferta presentada por el partido de Justo. El principal fue la renuncia a asignarle aquel lugar central que le otorgaban los socialistas a su propuesta pedag贸gica, erudita y cientificista, clave para su objetivo de incorporar a los trabajadores a la vida c铆vica y al juego electoral. Esta era una operaci贸n que los comunistas reputaban como "reformista": no ser铆a la pura educaci贸n en ciertos valores de la cultura universal ni la obsesi贸n por crear ciudadanos virtuosos, sino la lucha de clases extraparlamentaria y antisist茅mica, el camino para la liberaci贸n de la clase obrera. Las pr谩cticas de socializaci贸n cultural deb铆an servir para alimentar ese proceso de autoemancipaci贸n, que siempre se resolv铆a en la lucha pol铆tica revolucionaria. Nos parece que los trabajadores adherentes al PC absorbieron, y a la vez promovieron, los valores contestatarios y las resonancias ut贸picas y revolucionarias, que desde fines del siglo XIX ocuparon un sitio en la cultura obrera. Antes que reflejar tendencias conformistas, confiadas en las posibilidades de la integraci贸n social y de la movilidad ascendente individual (tal como se analizan en los estudios sobre la cultura popular barrial), las iniciativas comunistas parec铆an revelar tanto la persistencia de actitudes de resistencia a la explotaci贸n y alienaci贸n capitalistas que segu铆an germinando en los viejos y nuevos componentes de la masa laboral, como las dificultades de incorporaci贸n social que manifestaban esos miles de trabajadores inmigrantes que continuaban arribando a la metr贸poli. El relativo 茅xito que alcanz贸 el discurso y la pr谩ctica comunista en determinados ambientes proletarios muestra que la "aventura del ascenso social" no parec铆a estar disponible para un porcentaje de los asalariados. De eso, y de tantas otras cuestiones relacionadas con el mundo de los trabajadores en los a帽os veinte y treinta, permite dar cuenta la experiencia comunista, de la que aqu铆 apenas pretendimos dibujar un perfil.

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Hern谩n Camarero 茅 pesquisador da Universidade de Buenos Aires (UBA)/Universidade Torcuato Di Tella (UTDT). Esta 茅 a vers茫o inicial de uma investiga莽茫o mais ampla, para cuja reda莽茫o o autor se valeu de coment谩rios e cr铆ticas feitas pelo prof. Juan Carlos Torre.

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Notas

[1] Mundo de los trabajadores nos resulta una noci贸n amplia y compleja, que permite reconocer las diversas experiencias de la clase obrera: las que aluden a su lucha, en tanto productores y consumidores, por el mejoramiento de sus condiciones materiales de existencia (nivel y calidad de vida definidos por los procesos de trabajo, el salario o la tasa de desempleo, pero tambi茅n por la alimentaci贸n, la vestimenta, la vivienda, la salud o el confort); las que refieren al conflicto y la organizaci贸n entabladas en el plano sindical, ideol贸gico y pol铆tico; y las que se entretejen en los 谩mbitos de sociabilidad vinculados a la instrucci贸n y la recreaci贸n (lo que globalmente puede ser entendido como el espacio de la cultura obrera).

[2] Distinguimos en este espacio: las historias "institucionales", centradas en la descripci贸n de las pol铆ticas del PC y en las vicisitudes del aparato partidario (como el Esbozo de Historia del Partido Comunista de la Argentina. Bs. As., Anteo, 1947, editado por su Comit茅 Central); la voluminosa Historia del movimiento sindical (Bs. As., Fundamentos, 1973), del dirigente de los alba帽iles R. Iscaro, que fue la primera obra que abord贸 en forma sistem谩tica la presencia del PC en el 谩mbito gremial; y las biograf铆as y autobiograf铆as de los militantes obreros J. Peter, J. Manzanelli, R. G贸mez, P. Chiarante, M. Contreras, L. de Salvo, F. Moretti, entre otros, pertenecientes a oficios y gremios claves (metal煤rgicos, vestido, carne, construcci贸n, petrolero, calzado y ferroviario).

[3] Ver J. Cernadas, R. Pittaluga y H. Tarcus: "La historiograf铆a sobre el Partido Comunista de la Argentina. Un estado de la cuesti贸n", en El Rodaballo, IV, 8, 1998; y D. Campione: "Los comunistas argentinos. Bases para la re-construcci贸n de su historia", en Periferias, I, 1, 1996.

[4] R. Puiggr贸s: Historia cr铆tica de los partidos pol铆ticos argentinos (1956) y J. A. Ramos: El partido comunista en la pol铆tica argentina (1962) fueron las obras paradigm谩ticas de esta visi贸n.

[5] G. Germani: Pol铆tica y sociedad en una 茅poca de transici贸n. De la sociedad tradicional a la sociedad de masas. Bs. As., Paid贸s, 1962.

[6] C. Durruty: Clase obrera y peronismo. Bs. As., Pasado y Presente, 1969. M. Murmis y J. C. Portantiero: Estudios sobre los or铆genes del peronismo. Bs. As., Siglo XXI, 1972. H. del Campo: Sindicalismo y peronismo. Los comienzos de un v铆nculo perdurable. Bs. As., CLACSO, 1983. J. C. Torre: La vieja guardia sindical y Per贸n. Sobre los or铆genes del peronismo. Bs. As., Sudamericana, 1990.

[7] J. Aric贸: "Los comunistas y el movimiento obrero", en La Ciudad Futura, 4, 1987. Inicialmente, "Los comunistas en los a帽os treinta", en Controversia, 2-3, M茅xico, 1979.

[8] I. Cheresky: "Sindicatos y fuerzas pol铆ticas en la Argentina preperonista, 1930-1943", en P. Gonz谩lez Casanova: Historia del movimiento obrero en Am茅rica latina, vol. 4. M茅xico, Siglo XXI, 1984. M. Rapoport: Los partidos de izquierda, el movimiento obrero y la pol铆tica internacional (1930-1946). Bs. As., CEAL, 1988. J. Godio: El movimiento obrero argentino (1930-1943). Socialismo, comunismo y nacionalismo obrero. Bs. As., Legasa, 1989. H. Matsushita: Movimiento obrero argentino, 1930-1945. Sus proyecciones en los or铆genes del peronismo. Bs. As., Hyspam茅rica, 1986. D. Tamarin: The Argentine Labor Movement, 1930-1945. A study in the origins of peronism. Albuquerque, U. of New Mexico Press, 1985. J. Horowitz: Argentine unions, the State & the rise of Peron, 1930-1945. Berkeley, U. of California, 1990.

[9] T. S. Di Tella: "La Uni贸n Obrera Textil, 1930-1945", en: Sindicatos como los de antes... Bs. As., Biblos, 1993. R. Elisalde: "Sindicatos en la etapa pre-peronista. De la huelga metal煤rgica de 1942 a la creaci贸n de la UOM", en Realidad Econ贸mica, 135, 1995. N. I帽igo Carrera: La estrategia de la clase obrera, 1936. Bs. As., La Rosa Blindada-PIMSA, 2000. M. Z. Lobato: La vida en las f谩bricas. Trabajo, protesta y pol铆tica en una comunidad obrera, Berisso, 1904-1970. Bs.As., Prometeo/Entrepasados, 2001.

[10] Este material est谩 conformado por una numerosa serie de volantes, proclamas y folletos, y dos centenares de colecciones de diarios, peri贸dicos y revistas pol铆ticas, ideol贸gicas, culturales, sindicales, de las c茅lulas fabriles, femeninas, juveniles, infantiles, barriales, de grupos idiom谩ticos, de ligas y comit茅s de solidaridad, de bibliotecas obreras y de agrupaciones deportivas, todos editados por el PC; documentaci贸n interna del partido (actas de reuni贸n de sus direcciones, circulares con noticias partidarias, informes de sus congresos, e intercambio epistolar entre sus dirigentes y con miembros de la Comintern; publicaciones de las corrientes pol铆ticas y gremiales con las que el PC disputaba espacios en el movimiento obrero (socialistas, sindicalistas, anarquistas). El nuevo acceso a todo este vasto corpus de fuentes es posible por una convergencia de acontecimientos. En primer lugar, el Archivo Hist贸rico del PC argentino fue recientemente reordenado y abierto a la consulta p煤blica; el universo de este registro, sin embargo, es limitado, debido a las mutilaciones que sufri贸 durante la azarosa vida pol铆tica de nuestro pa铆s. Estas importantes lagunas documentales pudieron ser compensadas con los papeles que se encontraban en la sede de la Comintern, en Mosc煤 -- se帽alemos que era costumbre que los partidos comunistas enviaran all铆 una copia completa de su archivo --; en 1997, luego de la perestroika y la disoluci贸n de la URSS, esos materiales, muchos de los cuales resultaban inhallables en nuestro pa铆s, fueron microfilmados y tra铆dos a la Biblioteca del Congreso de la Naci贸n. Otro porcentaje, a煤n mayor, de fuentes fueron rescatadas, catalogadas y puestas a disposici贸n por el Centro de Documentaci贸n e Investigaci贸n de la Cultura de Izquierdas en la Argentina, instituci贸n que abri贸 sus puertas en 1998. Por 煤ltimo, tambi茅n resulta clave el acceso a la valiosa colecci贸n de prensa del movimiento obrero preperonista que T. Di Tella logr贸 reunir en la Fundaci贸n Sim贸n Rodr铆guez y en la UTDT.

[11] Informe de organizaci贸n del Comit茅 Local a la segunda conferencia de la Capital, agosto 1926.

[12] CC del PC de la Argentina: "Al CE del Komintern", Buenos Aires, 28/04/27.

[13] Informe sobre la situaci贸n del PC argentino a la reuni贸n del Secretariado Latinoamericano de la IC, octubre 1927.

[14] Idem.

[15] 隆Alerta! ("Comit茅 de Barrio de Avellaneda"), I, 1, noviembre 1927.

[16] Informe de organizaci贸n....

[17] Informe de organizaci贸n....

[18] R. Hoggart: La cultura obrera en la sociedad de masas. M茅xico, Grijalbo, 1990, p. 79.

[19] El telar ("Organo de los obreros y obreras de la f谩brica de tejidos de Cayetano Gerli"), I, 1, agosto 1927.

[20] Avanti! ("Organo de los obreros y obreras de la f谩brica de cigarros Avanti"), I, 3, junio 1927.

[21] Cais ("Organo de los obreros de la casa de ascensores Stigler"), I, 1, octubre 1927.

[22] El Cromo Hojalatero ("Organo de los obreros del taller de Cromo-Hojalater铆a de Bunge & Born"). I, 3, mayo 1927.

[23] La Lanzadera ("Organo de los obreros y obreras de la F谩brica de tejidos Campomar y Soulas-Capital Federal"), I, 1, julio 1927. Vasena ("Organo de la C茅lula Comunista de los Talleres Metal煤rgicos Vasena & Cia-San Mart铆n"), I, 1, mayo 1927.

[24] D. Barrancos: Educaci贸n, cultura y trabajadores (1890-1930). Bs. As., CEAL, 1991; Idem: La escena iluminada. Ciencias para Trabajadores, 1890-1930. Bs. As., Plus Ultra, 1996.

[25] Bolet铆n de la Federaci贸n Deportiva Obrera. I, 1, 24/10/25.

[26] La Internacional, VIII, 1018, 01/05/25.

[27] L. H. Guti茅rrez y L. A. Romero: Sectores populares, cultura y pol铆tica. Buenos Aires en la entreguerra. Bs. As., Sudamericana, 1995.



Fonte: Especial para Gramsci e o Brasil.

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