Desde hace años que un buen número de intelectuales y una cantidad no desestimable de dirigentes polÃticos de la Concertación vienen sugiriendo o planteando la necesidad de que la coalición gobernante se dé tiempos y dedique esfuerzos a revisar su propia obra, a rediagnosticar el estado del paÃs, a realizar balances sobre los resultados de las transformaciones acaecidas en la sociedad, a re-identificar y re-jerarquizar los nuevos problemas y conflictos, etc.
Y todo ello tras el afán de redefinir, reactualizar y reorganizar un nuevo ethos y un nuevo proyecto histórico concertacionista, en el entendido que ya no bastan las bases fundantes de la Concertación para sostenerla como tal y en el entendido también que los inmensos cambios ocurridos en los entornos socio-económicos y culturales son, simultáneamente, demandantes y nutrientes para renovaciones conceptuales, polÃticas y programáticas de las culturas de centro-izquierda.
Ahora bien, esas sugerencias o planteamientos han sido persistentemente desoÃdos y lo poco que se ha hecho al respecto se ha reducido a eventos más bien rituales o con intencionalidades preferentemente catárticas.
El soslayamiento de este tipo de cuestiones tiene, seguramente, algunas razones que nacen de la "vida misma". Entre otras, el sempiterno antagonismo entre lo urgente y lo importante, cuyo desenlace habitual es la derrota de este último. Pero también se explica por conductas meditadas y argumentadas.
En efecto, cuando la Concertación pasa por buenos momentos se arguye lo inoportuno y poco estimulante que resultarÃa - en esas circunstancias - someterla a reflexiones crÃticas. Y cuando atraviesa por malos momentos se esgrime la amenaza de riesgo, tipo "caja de Pandora", que entrañarÃa abrirse a procesos de debates analÃticos y proyectivos.
La crisis que desató el senador Adolfo ZaldÃvar dentro de la DC y, por prolongación, al seno de la Concertación, puede ser abordada bajo el prisma maniqueo que ineluctablemente acompaña la práctica polÃtica. El fenómeno puede ser personalizado, satanizado, formalizado, burocratizado, etc. Pueden aplicársele fórmulas propias de las institucionalidades partidarias, de la ingenierÃa polÃtica, etc. Pero el problema de fondo no se va a resolver, porque el problema de fondo es que ese fenómeno no es más que otra manifestación sintomática del desgaste y descomposición polÃtica de la Concertación. Ni Adolfo ZaldÃvar ni el dúo Flores-Schaulsohn - ni otras rebeliones en ciernes - habrÃan surgido o impactado sin ese trasfondo.
Ahora bien, el desgaste y descomposición polÃtica de la Concertación tiene variedad de causas, pero hay una que es medular y totalizadora: los retrasos y las carencias en su actualización como cultura polÃtica de centro-izquierda moderna. En tal condición la Concertación ha devenido en una cultura polÃtica sin personalidad. Su "ethos" asemeja a un collage feo, lleno de yuxtaposiciones y de coloridos desarmónicos. Precisamente, es esa ausencia de un ethos consistente y armónico la que facilita la irrupción de figuras mesiánicas y que con unos pocos balbuceos cubren espacios discursivos indolentemente dejados por la Concertación.
Se desprende de esta hipótesis que la posibilidad de frenar y revertir la decadencia polÃtica concertacionista pasa por ejercicios de pensamientos que tengan por norte la reidentificación de la personalidad de una centro-izquierda moderna. Convocatoria que, por supuesto, no puede esperarse caiga en un terreno espontáneamente fértil. Hace rato que el mundo de la elite concertacionista, en general, mira con desconfianza - y hasta con desprecio - cualquier práctica intelectual que vaya más allá de las polÃticas públicas y polÃticas electorales.
Tal vez cabrÃa decir, como aliciente, que el "buen pensar" no excluye, ineluctablemente, lo programático ni lo electoral. Y quizás, también habrÃa que agregar - casi a modo de apuesta - que si la Concertación no asume en el corto plazo la tarea de actualizarse y reconstruirse como cultura de centro-izquierda moderna, las disidencias internas tendrán más activismo y protagonismo y que, en ausencia de una reconstrucción conceptual del ser y deber ser de la centro-izquierda moderna, las discursividades de esas disidencias tenderán a ser crecientemente regresivas.
En escenarios polÃtico-culturales difusos, los atavismos ideológicos son siempre una fuente tentadora para reponer certezas. En definitiva, o se piensa con audacia actualizadora o será inevitable el desarrollo de una fuerte tendencia involutiva al seno de la Concertación.
----------
Antonio Cortés Terzi é diretor-executivo do Centro de Estudios Sociales Avance, em Santiago do Chile.