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Concertación: mesianismos y regresiones

Antonio Cortés Terzi - Dezembro 2007
 

Desde hace años que un buen número de intelectuales y una cantidad no desestimable de dirigentes políticos de la Concertación vienen sugiriendo o planteando la necesidad de que la coalición gobernante se dé tiempos y dedique esfuerzos a revisar su propia obra, a rediagnosticar el estado del país, a realizar balances sobre los resultados de las transformaciones acaecidas en la sociedad, a re-identificar y re-jerarquizar los nuevos problemas y conflictos, etc.

Y todo ello tras el afán de redefinir, reactualizar y reorganizar un nuevo ethos y un nuevo proyecto histórico concertacionista, en el entendido que ya no bastan las bases fundantes de la Concertación para sostenerla como tal y en el entendido también que los inmensos cambios ocurridos en los entornos socio-económicos y culturales son, simultáneamente, demandantes y nutrientes para renovaciones conceptuales, políticas y programáticas de las culturas de centro-izquierda.

Ahora bien, esas sugerencias o planteamientos han sido persistentemente desoídos y lo poco que se ha hecho al respecto se ha reducido a eventos más bien rituales o con intencionalidades preferentemente catárticas.

El soslayamiento de este tipo de cuestiones tiene, seguramente,  algunas razones que nacen de la "vida misma". Entre otras, el sempiterno antagonismo entre lo urgente y lo importante, cuyo desenlace habitual es la derrota de este último. Pero también se explica por conductas meditadas y argumentadas.

En efecto, cuando la Concertación pasa por buenos momentos se arguye lo inoportuno y poco estimulante que resultaría - en esas circunstancias - someterla a reflexiones críticas. Y cuando atraviesa por malos momentos se esgrime la amenaza de riesgo, tipo "caja de Pandora", que entrañaría abrirse a procesos de debates analíticos y proyectivos.

La crisis que desató el senador Adolfo Zaldívar dentro de la DC y, por prolongación, al seno de la Concertación, puede ser abordada bajo el prisma maniqueo que ineluctablemente acompaña la práctica política. El fenómeno puede ser personalizado, satanizado, formalizado, burocratizado, etc. Pueden aplicársele fórmulas propias de las institucionalidades partidarias, de la ingeniería política, etc. Pero el problema de fondo no se va a resolver, porque el problema de fondo es que ese fenómeno no es más que otra manifestación sintomática del desgaste y descomposición política de la Concertación. Ni Adolfo Zaldívar ni el dúo Flores-Schaulsohn - ni otras rebeliones en ciernes - habrían surgido o impactado sin ese trasfondo.

Ahora bien, el desgaste y descomposición política de la Concertación tiene variedad de causas, pero hay una que es medular y totalizadora: los retrasos y las carencias en su actualización como cultura política de centro-izquierda moderna. En tal condición la Concertación ha devenido en una cultura política sin personalidad. Su "ethos" asemeja a un collage feo, lleno de yuxtaposiciones y de coloridos desarmónicos. Precisamente, es esa ausencia de un ethos consistente y armónico la que facilita la irrupción de figuras mesiánicas y que con unos pocos balbuceos cubren espacios discursivos indolentemente dejados por la Concertación.

Se desprende de esta hipótesis que la posibilidad de frenar y revertir la decadencia política concertacionista pasa por ejercicios de pensamientos que tengan por norte la reidentificación de la personalidad de una centro-izquierda moderna. Convocatoria que, por supuesto, no puede esperarse caiga en un terreno espontáneamente fértil. Hace rato que el mundo de la elite concertacionista, en general, mira con desconfianza - y hasta con desprecio - cualquier práctica intelectual que vaya más allá de las políticas públicas y políticas electorales.

Tal vez cabría decir, como aliciente, que el "buen pensar" no excluye, ineluctablemente, lo programático ni lo electoral. Y quizás, también habría que agregar - casi a modo de apuesta - que si la Concertación no asume en el corto plazo la tarea de actualizarse y reconstruirse como cultura de centro-izquierda moderna, las disidencias internas tendrán más activismo y protagonismo y que, en ausencia de una reconstrucción conceptual del ser y deber ser de la centro-izquierda moderna, las discursividades de esas disidencias tenderán a ser crecientemente regresivas.

En escenarios político-culturales difusos, los atavismos ideológicos son siempre una fuente tentadora para reponer certezas. En definitiva, o se piensa con audacia actualizadora o será inevitable el desarrollo de una fuerte tendencia involutiva al seno de la Concertación.

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Antonio Cortés Terzi é diretor-executivo do Centro de Estudios Sociales Avance, em Santiago do Chile.



Fonte: Centro de Estudios Sociales Avance & Gramsci e o Brasil.

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